Opinión | Comité Federal
Sánchez sigue siendo el último en enterarse
En un ambiente de desolación, entre aplausos de compromiso y poco comprometedores del Comité Federal, el líder socialista destituye a miembros de su nuevo equipo antes de nombrarlos

Pedro Sánchez, en el Comité Federal del PSOE. / José Luis Roca
Sánchez acudió al Comité Federal a presumir, autodefine su Gobierno con la palabra "excepcional". Si los asistentes a su ascensión a los cielos no leyeran los periódicos, pensarían que se trataba de una convocatoria rutinaria. Se jactó incluso de exigir responsabilidades a los corruptos por iniciativa propia, olvidando que Santos Cerdán sería hoy secretario de organización y Ábalos militante socialista de no mediar un informe demoledor de la Guardia Civil.
Cuando un líder político se siente con el potencial suficiente para defraudar a todos los españoles, engañar a sus correligionarios es coser y cantar. Pedro Sánchez apenas interrumpe brevemente la relación de sus méritos incontables, para colar de rondón que "algunas personas" le han defraudado, donde el robo presunto sería un detalle nimio frente a la osadía de desairar al líder máximo.
La pasión por los nombres propios como protagonistas de la actualidad no evita que el titular más apropiado para abarcar las medidas del presidente del Gobierno sea tan indefinido como su propio discurso complaciente. "Sánchez sustituye a Santos Cerdán por otra persona". Y solo porque desde la cárcel no podría cumplir sus funciones.
Es curioso que el discurso de acogida socialista al equipo que gobernará la organización coincida, palabra a palabra, con los encomios que se utilizarían de haber renovado a Cerdán. Sobre todo, cuando Sánchez se ve obligado a prescindir del miembro más destacados de su flamante secretaría antes de que tome posesión. Y por motivos sexuales, precisamente el resorte emocional que pensaba utilizar el presidente del Gobierno para apalancarse.
"Somos seres humanos", se excusa Sánchez con el aire sobrehumano de quien se refiere solo a los demás. El problema de haber creído en los peores es que no te sirven ni los mejores, pero todo elogio de los nuevos nombramientos socialistas no solo sería precipitado, si no que ha sido desmentido antes de consolidar el equipo salvavidas.
Habla Sánchez de "la corrupción que pudiera celebrarse", un revelador desliz cómplice. En su versión angélica, sería la primera víctima de un engaño masivo. Ahora bien, cuando esta ingenuidad se ha repetido en tres secretarías de organización consecutivas incluida la dimisión de ayer con nocturnidad, empuja a un dilema incómodo. O el líder socialista conocía las flaquezas de su recién destituido como todo su equipo, o son falsas y no debió reemplazarlo. Los espectadores no se preguntan ya cuántas veces van a engañarle, sino cuántas veces va a engañarles.
La solución brotará de una maraña normativa, que la audiencia olvida conforme va siendo enumerada. Con la cobardía añadida de descargar la responsabilidad en los denunciantes, a través de su "canal de denuncias" y su "confidencialidad". Sánchez se despoja así de nuevo del mínimo rastro de culpa, nadie le avisó de lo que ocurría en su propio despacho.
Era un buen día para abolir por enésima vez la prostitución, con un cargo al que no mencionó abortado por causas sexuales. De ahí la desolación de los rostros que compartían plano con Sánchez. Sustituir la penitencia por la aclamación no era una buena idea, por lo que tampoco funcionó. Los aplausos sonaban desganados, de compromiso y poco comprometidos en cuanto comprometedores, los congregados pensaban en la utilización póstuma de las imágenes tras la caída del líder. Un batacazo que probablemente ya se ha producido, aunque el afectado suele ser el último en enterarse.
La excepción a los aplausos a cámara lenta fue como de costumbre la ovación a la frecuencia del aleteo de un colibrí de María Jesús Montero, que toma lecciones en las ovaciones del partido comunista chino. La vicepresidenta fue despachada por Sánchez de modo tan perentorio como Cerdán, solo que en medio de una elegía lacrimógena antes de enterrarla definitivamente en Andalucía.
La magia ha desaparecido, el escepticismo es insuficiente para abordar el canto del cisne de Sánchez, "pensando en lo que nos queda por hacer".
La vocación de acontecimientos históricos solo transmite que el presidente del Gobierno no solo está peor de lo que cree, sino incluso de lo que piensan sus enemigos.
Por si el desastre interno del PSOE fuera insuficiente, Sumar le somete al «Alégrame el día» de Harry elSucio, con unas mañas de matonismo sin consecuencias. Es posible que en el Comité Federal delPSOE se haya consolidado una estrella, y que se llame Núñez Feijóo. No es mucho, pero habrá que conformarse.
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