Opinión
Palma derriba el original de Gaspar Bennazar y se queda la copia

Miguel Vicens
El mismo Ayuntamiento de Palma que aspira a convertir la ciudad en Capital Europea de la Cultura 2031 acaba de firmar esta semana la demolición definitiva de un edificio de Gaspar Bennazar, construido en 1926. El año que viene habría cumplido un siglo en la calle 31 de Desembre, pero ya no lo hará.
El promotor tiene la intención de derribar todo el inmueble que el arquitecto diseñó por encargo de Andreu Florit, para levantarlo de nuevo, esta vez con más alturas que las tres plantas originales, y replicar sus fachadas a partir de los planos originales que ARCA aportó a la causa en la comisión de centro histórico. Esos planos sirvieron finalmente para demostrar la autoría del edificio, algo que ni sus propietarios ni el propio Ayuntamiento conocían.
Pero ni siquiera así cambiaron de opinión ni replantearon el proyecto, para que la demolición pudiera convertirse en una restauración. Y quizá sea cierto que una copia como la que resultará del derribo pueda tener algún valor arquitectónico, funcional, educativo o incluso estético, pero carecerá de cualquier valor patrimonial, que es precisamente lo que otorga al edificio su carácter único y no replicable. Con la pérdida del inmueble, se rompe la continuidad histórica de la calle —la poca que va quedando— y se evapora otro trozo de la identidad de Palma. Desaparece también el valor documental y cultural que transmitía un edificio diseñado por un arquitecto que supo simbolizar, como pocos, un momento clave en el crecimiento y la modernización de la ciudad.

Edificio de Gaspar Bennazar en la calle 31 de Diciembre de Palma / Miguel Vicens
Que el promotor afirme ahora que replicará las fachadas del inmueble no tal como eran, sino tal como las dibujó Bennazar en los planos hallados por ARCA, será una curiosidad para su futura réplica, pero no devolverá al edificio su condición original, por impecable que sea su factura. Los arquitectos se apartan de sus propios planos en infinidad de ocasiones. Lo hacen porque, como se suele decir, se ven obligados a negociar con la realidad: problemas técnicos, presupuestos insuficientes, exigencias del cliente, cambios normativos o incluso alteraciones en el contexto social o político.
Con el Eixample desprotegido y la normativa urbanística que permite aumentar la edificabilidad de los inmuebles —aunque cuenten con algún grado de protección —, la historia del edificio de Gaspar Bennazar puede repetirse mañana en otra calle cercana, mientras Cort sigue reforzando la candidatura de Palma a la Capitalidad Cultural Europea de 2031.
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