Divorcio de opereta

El divorcio Trump-Musk es el resultado de una guerra entre millonarios. El de un aprendiz de dictador y el de un genio tecnológico que midió mal un territorio que no conocía: la vida política. Musk se propuso revertir los efectos de una globalización que ha debilitado productiva y tecnológicamente a los EEUU y ha encumbrado a China.

Pero su verdadero objetivo no era altruista. Perseguía completar la enorme base de datos e información que concentra en X, antes Twitter, con el que ha sido su único buen negocio de 2025: los gigabytes obtenidos ilegalmente de todos los contribuyentes norteamericanos, pensionistas e inmigrantes que ha capturado de todas las bases de datos norteamericanas, a través del DOGE.

Musk abusa de la ketamina para tratar su enfermedad, pero es plenamente consciente que de Tesla sobrevive por los créditos fiscales a la compra del coche eléctrico (los 7.500 dólares gubernamentales) y resto de créditos regulatorios automotrices a fabricantes tradicionales. Musk y sus negocios recibieron al menos 38.000 millones de dólares en contratos gubernamentales, préstamos, subsidios y créditos fiscales federales. Aproximadamente un tercio de las ganancias de Tesla, desde 2014, provienen de estas fuentes, sin las que hubiese incurrido en pérdidas.

El Proyecto de Ley de Presupuestos (bautizado por Trump «One Big Beautiful». Le faltó añadir «Golden») elimina los créditos y proyectos vinculados a la Agenda 2030, como los antes referidos. Musk transigió ante la agenda MAGA creyendo que podría resarcirse mediante los aranceles a vehículos extranjeros que le otorgarían el dominio del mercado estadounidense de vehículos eléctricos al dificultar la entrada de nuevas marcas, especialmente chinas. Lo que no previó fue que la euforia de la ketamina le arrancase saludos nazis y el consecuente descrédito reputacional internacional.

Su negocio más rentable era SpaceX, valorada en 350.000 millones de dólares, empresa que ha lanzado al espacio siete mil satélites. Preveía facturar en 2025 a la NASA quince mil millones de dólares de los dieciocho mil millones que conforman el presupuesto aeroespacial. Y todos los beneficios de SpaceX los reinvertirían en Starlink. De hecho, en las negociaciones del gobierno americano con países asiáticos en materia arancelaria se estableció la condición resolutoria de comprar los servicios de Starlink. ¡Puajj!

Pero los MAGAs exigieron cancelar los visados H-1B que el gobierno concedía a inmigrantes empleados en tecnológicas y Musk se vio gravemente perjudicado porque EEUU produce muy pocos ingenieros y la mayoría de los que trabajan para él son asiáticos: Un choque frontal entre la derecha MAGA y la derecha tecnológica que Musk representaba.

De otra parte, Jared Isaacman, íntimo de Musk, ha sido vetado por Trump para dirigir la NASA por haber sido donante demócrata en el pasado. ¿Derivada?: A Musk no le adjudicarán los contratos previstos y no podrá resarcirse, vía NASA, de la supresión de los créditos al vehículo eléctrico.

Furioso por la enorme pérdida de ingresos tuiteó que desmontaría la sonda Dragón que llevó, y rescató, a los astronautas de la Estación Espacial Internacional. Una infraestructura que costó cien mil millones de dólares. Como tuits y ketamina son incompatibles, los ingenieros de la NASA, muy asustados por sus amenazas, se reunieron ese mismo día con Rocket Lab, Stoke Space y Blue Origin, de Bezos, para reemplazar gradualmente a SpaceX. Porque no confían en la inestable personalidad de Musk. Pero será muy difícil porque la NASA está colonizada por SpaceX.

¿Cómo reaccionará Musk: ¿Cambiará el algoritmo de X para evitar que los MAGAs sigan difundiendo teorías conspirativas, denuncias de un fraude electoral inexistente y resto de desinformación? ¿Retirará la financiación a los candidatos republicanos para torpedear las aspiraciones de Trump en las elecciones de medio mandato de abril de 2026? ¿Y Trump? ¿Le quitará la ciudadanía o la visa y como inmigrante ilegal se lo mandará a Bukele o a Guantánamo, como está haciendo con los latinos de primera y segunda generación?

Cualquier barbaridad es posible, puesto que con estos dos la política nortamericana se ha convertido en una ópera bufa de final imprevisible.