Opinión

Contra las universidades privadas

CEU San Pablo

CEU San Pablo

Donald Trump montó una universidad privada con su nombre, no hay más que añadir. En la degradación de las categorías planetarias, el Vaticano se reduce a una ONG y las universidades privadas son academias cuando no incurren directamente en el chiringuito del catedrático Georgie Dann. Le ha costado alcanzar esta conclusión higiénica al Gobierno, que alimenta a las instituciones educativas parasitarias.

Se argumentará sabiamente que el título de una universidad privada no es peor que el ofertado por una pública. Totalmente de acuerdo, y por eso mismo basta con las públicas. En la geografía que nos ocupa, si la única Universitat balear no encuentra a un rector de mayor enjundia que un Jaume Carot renovado sin oposición, duele incluso imaginar qué figura encabezaría un engendro huérfano de vitola estatal.

Se alegará la excepción de Deusto, donde se licenció por partida doble Gabriel Cañellas aunque sin llegar a alcanzar las calificaciones más altas de la historia de la institución vasca, recogidas por Mario Conde. Aceptemos a los jesuitas como animales de Compañía pero, ¿alguien quiere hablar de las otras cuarenta academias españolas y subiendo?

Ahora viene el párrafo en que un erudito recuerda que Harvard es una universidad privada. Se omitirá piadosamente que Trump ha descubierto que este centro más antiguo que Estados Unidos recibe miles de millones estatales, el sueño de las privadas. Aparte, quienes enarbolan la privacidad de la Ivy League no serían contratados en ellas ni para abrillantar los pasillos.

Si quieren Harvard, ahí tienen a Michael Sandel, tal vez el profesor más notable de la universidad. El autor de ‘Justicia’ considera que los males de la sociedad contemporánea provienen de la estratificación o ‘skyboxification’, por los palcos privados de los estadios. Así que todos juntos a la pública.

Sería injusto acabar sin señalar que lo anterior excluye por supuesto a la facultad de Periodismo Católico de la Iglesia en Mallorca. Aquí bastaría equilibrarla con una Facultad de Periodismo Islámico, que desde luego cuenta con un futuro más prometedor.

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