Opinión | El desliz
El condón por los suelos

'El condón por los suelos'. / Elisa Martínez
Se ha armado un increíble revuelo en las redes sociales por una foto que la influencer Amelia Bono subió a su cuenta de Instagram. La imagen forma parte de un conjunto de trece en las que resumía un viaje por las Islas Mauricio, y en ella aparece móvil en ristre la hija del exministro socialista y expresidente del Congreso de los Diputados José Bono, mostrando un atuendo playero y metiendo tripa. Pero ¡ay de la escenografía del insustancial retrato! Resulta que en un rincón aparece tirado lo que cualquiera podría identificar como un preservativo. La lluvia de comentarios burlones, "podrías haberle hecho un nudo" o "qué bien te lo estás pasando", ha sido de tal calibre que ha obligado a la protagonista a redactar un desmentido oficial: no es lo que parece. Ha calificado de "ofensiva" y "difamación" cualquier relación que se pueda establecer entre la presunta goma (defiende que no era tal cosa) y su persona, anuncia acciones legales contra quien insinúe algo de condones y alude al daño que la polémica está causando a su familia (es madre de 4 niños de su matrimonio extinto con el hijo de Raphael). Pero chica, que tienes 44 años y estás separada. Que a estas alturas del siglo XXI nadie puede hacerte las cuentas, y menos ese público tan tonto que tienes, que cantaba Kaka de Luxe. En pleno subidón del suflé, la indignada Amelia Bono retó a que algún experto identificase por medios empíricos el objeto de la polémica, guante que recogió el servicio público de Televisión Española, que para eso está. Un divulgador científico invitado al programa de María Patiño La Familia de la tele lo analizó sesudamente y decretó que no. No se trataba de un profiláctico. Podía ser una toallita, un calcetín, una neurona, quién sabe.
Precisamente este año cumple 35 la maravillosa campaña Póntelo, pónselo. La gestó la agencia Contrapunto por encargo de los ministerios de Sanidad, que dirigía Julián García Vargas, y Asuntos Sociales, en manos de Matilde Fernández, en el gobierno de Felipe González. En la patriarcal España de 1990, fue ella la que recibió una brutal andanada de odio y críticas por esa acción destinada a prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, pero no se arrugó y la mantuvo. Pedazo de anuncio y pedazo de eslogan, de los mismos creativos de la campaña Si da, no da. Buscaban sacar al condón del armario y la clandestinidad, pues se compraba con vergüenza. En la historieta se veía a un señor con mando en plaza que encontraba el preservativo en un vestuario y se dirigía inquisidor a los jóvenes para averiguar a quién pertenecía. En plan Fuenteovejuna, todos decían "es mío"; iba para los chicos: póntelo, y para las chicas, pónselo. Fue tal el impacto que cuando tras una denuncia de Acción Familiar la Audiencia Nacional declaró nula toda la acción publicitaria, su efecto estaba más que logrado. Sostenía la sentencia que la campaña era "inveraz y parcial" porque no aclaraba que solo "la abstinencia o la fidelidad recíproca perdurable entre compañeros sexuales no infectados elimina por completo el riesgo de infección". De la justicia meapilas y carca, y de sus brazos armados, todavía no nos hemos librado. De las enfermedades de transmisión sexual tampoco: según datos epidemiológicos de finales de 2024 la gonorrea ha crecido un 42 por ciento y la sífilis un 25 por ciento. Eso sí es un escándalo nacional, y no un condón fantasma en el selfi de una influencer.
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