Opinión

Donald Trump, gran perdedor del cónclave

El Papa León XIV

El Papa León XIV / ALESSANDRO DI MEO / EFE

Que la Iglesia católica no da puntada sin hilo se manifestó ayer límpidamente en el Vaticano cuando apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro el cardenal Robert Francis Prevost, Papa León XIV, y no es ocioso el nombre elegido, como después apuntaré. Lo esencial, el cónclave se ha decantado por un fiel continuador del pontificado de Francisco, colaborador cercano en el Dicasterio encargado de la selección de los obispos. Prevost ha sido presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos después de pasar cuarenta años en el Perú, con lo que nada tiene de curial, que es lo que quería Bergoglio; lo ha logrado: puede descansar tranquilo. Los curiales no le han doblado el pulso después de muerto. Además, y no es que sea poca cosa sino fundamental precisión, León XIV llega como abierto desafío, sin matices, contundente, a todo lo que es y representa Donald Trump, su fascista vicepresidente J D Vance, alineado con los movimientos seculares de la extrema derecha católica. La apuesta del poder trumpista por el cardenal Dolan de Nueva York, tan integrista, para entendernos, como en España es el jubilado cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela y buena parte de los obispos patrios, ha resultado fallida. Si no salía Dolan apostemos por Parolin, el secretario de Estado, burócrata curial gris, sin átomo de carisma. Los cardenales, la mayoría creados por Francisco, han dicho no, se han decantado por una elección segura, al tiempo, consistente: Prevost tiene ganada fama de buen gestor. Y no está ayuno, sino lo contrario, de carisma.

¿Por qué el nombre de León? Otro Papa, León XIII, que gobernó en el cuarto final del siglo XIX y los tres primeros años del XX, fue el autor de la primera encíclica social de la Iglesia, la Rerum Novarum («Acerca de las Nuevas Cosas»), que conmocionó al mundo católico. Es todo un anuncio de intenciones que Prevost sea León XIV. La primera en la frente a Donald Trump. La Rerum Novarum indignó tanto al catolicismo ultramontano hispano que hasta organizó novenas para rogar por la conversión del Papa. Más de un siglo después seguimos en las mismas, pero el integrismo católico se ha batido en retirada: tres cuartas partes de los cardenales habían sido creados por Bergoglio, que, en su último consistorio, al crear a los postreros purpurados de su pontificado, espetó : «a ver qué sale de esta movida» . Ha salido León XIV, primer Papa norteamericano. Bergoglio fue el primer argentino. Ratzinger primer alemán. Wojtila primer polaco. Sigue interrumpida la eterna sucesión de pontífices italianos para disgusto de la neofascista Giorgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de Italia, al que Prevost le desagrada casi tanto (precisemos lo de casi) como el cardenal francés Aveline, que de haber sido elegido la habría dejado catatónica.

Consideraciones políticas, la elección de un papa posee capital importancia política. León XIV llega a un mundo incendiado: guerras, pugnas económicas, neoliberalismo desbocado. La universalidad de la Iglesia católica será puesta prueba en el nuevo pontificado. León XIV es un Papa inédito. Lo fue Francisco y lo fue Juan Pablo II. Un Papa USA. Reitero que no es el Pontífice que quería Trump. Sus felicitaciones son falsas. Hipócritas.

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