Opinión
El monolito y III
La prensa de Palma dio la noticia, el pasado 9 de abril, sobre el acuerdo del Ayuntamiento de Palma por el que se otorga protección al monumento de Sa Feixina, el monolito queda, así, defendido ante un posible e inaceptable derribo. Creo que se trata de una buena noticia para la ciudad, ante la preocupación por el intento de demolición que durante cerca de quince años ha crispado el ánimo del barrio de Santa Catalina y la inquietud de la mayoría de los ciudadanos de Palma. Enhorabuena alcalde Martínez por haber puesto cordura en este asunto.
En febrero del año 2010 escribí un artículo que se publicó en Diario de Mallorca en el que defendía la permanencia del monumento en base a que no era aceptable ofender la memoria de los más de 700 mallorquines que murieron por el fuego artillero del destructor Lepanto que, en aquel momento, año 1938, formaba parte de la marina republicana. Aquella pretensión de demoler el monolito estaba ofendiendo, también a los familiares de aquellos marineros víctimas de las circunstancias, a todo un distrito de Palma, Santa Catalina y, a tantos mallorquines que aportaron sus ahorros para sufragar el coste que suponía erigir el monumento. Conviene recordar que aquellos 780 marineros fueron enrolados para formar parte de la tripulación del crucero Baleares, no por sus ideas políticas, ni porque quisieran alistarse voluntariamente, sino porque el servicio militar era obligatorio y porque Mallorca, en aquel periodo de nuestra historia, estaba alineada en el bando nacional.
En octubre de 2015, publiqué otro artículo que titulé Monolito II, en el que argumentaba en favor de la conservación del obelisco por razones artísticas, la obra es un exponente monumental de arquitectura racionalista, bien emplazada y, rodeada de un estanque que tiene una leyenda forjada en hierro en sus bordes que aleja el monolito de cualquier significación o reivindicación política. No creía, ni creo, que los mallorquines de hoy nos parezcamos, para nada, a aquellos yihadistas de Siria que por razones religioso-políticas destrozaron monumentos que tenían esculpidas imágenes de budas gigantescos, en Palmira, Nimrud, Mosul, Dur Sharrukin etc. Individuos, salvajes, que se lo pasaban bien espoleando su rencor. Además, el Ayuntamiento de Palma del año de 2010, acertadamente, había quitado toda referencia o simbologías referidas la guerra y resaltaba los elementos patrimoniales y arquitectónicos del monumento. O sea que, el monolito lleva años ‘desacralizado’. Aun ahora, al parecer, la asociación Memoria Histórica sigue oponiéndose a la valiente decisión de Martínez y de su consistorio, argumentando que el obelisco fue inaugurado, hace ya más 70 años por el general Franco. Esta explicación a mí me parece algo pobre, no se sostiene, pues si tuviéramos que destruir todo lo que hizo el régimen de Franco, podríamos empezar a dinamitar, pantanos - el Gorg Blau, por ejemplo -, universidades, escuelas, hospitales, autopistas, etc., - no entendiesen que hago una defensa de aquel régimen, no me meto en política - sino que creo simplemente que estaríamos comportándonos como aquellos bárbaros yihadistas. A nadie se le ocurre, salvo a algún ignorante, proponer que el Coliseo de Roma, ordenado a construir por el emperador Vespasiano, sea derribado porque Nerón organizó allí espectáculos en los que murieron muchos cristianos, o que las termas de Diocleciano, obra magnifica, sean destruidas porque en ellas trabajaron cientos de esclavos, o que el grandioso palacio que hizo construir Caracalla en Split (Croacia), para residir cuando se retirase, debe demolerse, en vez de restaurarse, porque él se albergaron tropas de ejercito italiano durante la dictadura de Mussolini. La historia nos enseña que algo sucedió y pero que ya pasó y eso es precisamente la historia.
Un ciudadano, supongo que próximo a la asociación de «Memoria Histórica», me decía que el acuerdo tomado por el Ayuntamiento es una mala noticia, que se trata de una decisión equivocada y por supuesto que se distanciaba de mi opinión sobre este asunto. Al pedirle que me diese algún motivo en la que fundamentaba su posición, me contestó que él pensaba que existían razones «filosóficas» y patrióticas (Sic) para seguir instando la demolición del monumento. Ante esta explicación me atreví a resaltar la importancia social y cultural de los monumentos y que cuando se pierden, perdemos no solo una obra arquitectónica sino también algo de nuestra historia. Todos los monumentos celebran algo, unos, victorias y otras tragedias, como es el caso del nuestro. ¿Qué dirían de nosotros, en el futuro, si no fuésemos capaces de proteger lo que nos conecta con el pasado? Además, le dije que yo no podía entender que cupiesen razones «filosóficas» en este tema y, en cuanto a motivaciones patrióticas le recordé que un filósofo, - ya que quiere ayudarse de la filosofía para justificar su opinión -, tan importante como Nietzsche dijo que «el patriotismo es un conjunto de virtudes que no se tuvieron en cuenta en algún momento y que ahora se deberían de tener».
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