Opinión

Extraños puntos cardinales

…a los que sin haberlo pretendido regresamos. Me pasó visitando a mi hermana convaleciente, tanto preparar Sant Jordi ya hacía días que no nos veíamos, todo muy cerca de Marquès de la Sènia, para mí una calle con recuerdos. Un rato de tertulia y tres cuartos más encuentro al amigo F. un personaje irrepetible al que me trajo el destino. El panorama empieza a cambiar, de hecho ya está cambiando, su brazo armado, Efilde, nos mira con cierta melancolía dentro de su pelo leonado de Black Mouth. Nos sentamos en el bar-restaurant Cenia, cocina italiana de la buena y genuina. En la misma acera, jóvenes asiáticas pretenden que no llegues a la cena. Día muy relevante en los proyectos editoriales y de un futuro que parece ser, ahora más, que ya no aparenta lo que era. Intercambio de opiniones y un sabio consejo entre relatos tan divertidos como inquietantes. Cuando llevamos una hora allí dentro caigo en que justo en esta acera viví un reset forzado. Era joven, 16 años, me tiraron de la moto unos calorrazos y se dieron a la fuga. No había vuelto al lugar, ha llovido bastante. Años atrás en unas pruebas neurológicas me lo recordaron y refrescaron lo suficiente como para tenerlo siempre en cuenta. El ordenador sacó mi historial, pero me acuerdo perfectamente más de la curiosa letra pequeña.

N. y servidor éramos compañeros de tenis, de natación y de fútbol, ese día veíamos tranquilamente un partido del Bilbao en San Mamés, no recuerdo al otro equipo. En principio no íbamos a salir esa tarde-noche. Mi madre estaba convencida que no lo haríamos, era entre semana, pero mi amigo N. se puso muy pesado por ver a Rosario Nadal, que todo el mundo sabía que esa tarde andaría por Lunita. Después de darme la tabarra, después de torrarla lo suficiente, subí a mi moto y lo llevé de paquete hasta el paseo marítimo a ver la preciosa pija de turno. Lógicamente nadie llevaba casco ni era obligatorio. Él se codeaba con ese tipo de gente, a la vuelta y habiendo tomado un refresco y nada más, bajábamos a ralentí, oímos aproximarse la música a todo volúmen y luego ya nada. En ese preciso momento me comentaba el panorama ninfático que habíamos encontrado, un horterial R5 tuneado pasó dando gas y nos lanzó por el aire. N. tuvo más suerte, servidor lo contrario. Unas chicas que lo vieron pararon su coche y nos llevaron a Son Dureta. Tardé bastante en despertar, lo suficiente como para asomarme al otro lado. Cuando lo hice una enfermera vasca me estaba cosiendo la frente: «qué… chico, sexo drogas y r’n’r…?» Para nada señora, tarde tranquila sin final feliz…casi no podía hablar, todo dolía. «Sí, chico, no se han parado, se dieron a la fuga…en esta vida hay mucha gente que se da a la fuga…eres muy joven, la vida te da una segunda oportunidad.. lo irás viendo». No estaba para tanta cháchara, la ambulancia me llevó a casa pasadas las tres, mis viejos no me esperaban en camilla y volviendo sobre ruedas tan pequeñas. Al día siguiente mi pequeña habitación de adolescente parecía el office de Luna pues vinieron mis compañeras y compañeros de trabajo de esa histórica casa. Recuerdo al cabrón de Tolito Prats hablando con mi àvia Margot que flipaba y yo ni podía moverme por los puntos y hematomas, dos costillas jodidas. En esas exploraciones neurológicas el historial me refrescó un hecho que pudo cambiarlo todo.

No sé qué está pasando realmente pero en un día todo se ha movido y me encuentro cenando con un tipo con un aire a Cabrera Infante justo en el día del principio de un final y todo en el mismo punto y ante la ventana misma desde donde la gente se abalanzó, justo hace 40 años, sobre la acera para levantarme del suelo. Se había oído un chasquido metálico y el golpe que lo puso un buen rato todo bien oscuro.

Sí, lo siento, probablemente no lo van a pillar, pero ahora de fondo se cruza un paisaje con el Tomir nevado, demasiadas coincidencias, y unas chicas del Sagrado Corazón que conocieron al monumental eucaliptus que en su corteza, y en las cartas que dejábamos, nuestra internet del momento giran agitandose en la coctelera de la casualidad absoluta cuando Dios juega a los dados y sabes que te vas, por cojones, a conformar. Una perrita sanadora, una persona muy bien acompañada en el eje de este articulillo, recreo neuronal, que dedico desde aquí y desde la incredulidad y el respeto, la estupefacción y mucha curiosidad. Agradecimiento por haberme acercado de nuevo al punto cero, este punto de la ciudad(y de mi mismo) donde nunca volví, auténtico cruce de caminos personal ubicado en el vértice de mi memoria más física. Lo que pudo haber sido y lo que puede llegar a acontecer, como cantaba Gahan: «Nothing it’s impossible».

De vuelta a casa, después de cenar y de trazar nuevos mapas, las chicas chinas con los mismos gestos y determinación. Al otro lado del tablero, en los bares, una y otra vez se oye: «Drill, baby, drill…» todo lo que quieras, cariño. Alguien me besa la nuca sin estar allí, también me avisa que es tarde y va a llover. Un Sant Jordi clasicote firmará con su lanza. El dragón no podrá soltar la cola como una lagartija, pero flameará su último suspiro antes del último temblor. Entras a comprar unas rosas, un año más sin deshacer la armadura y retirarse al bosque. ( Dedicado a F.F.M). n

Tracking Pixel Contents