Opinión | Tribuna
Wolfgang y Àgatha, dos caras muy diferentes del autismo

Ruiz Caldera, junto al niño Jordi Catalán y Miki Esparbé, en el rodaje de 'Wolfgang'. / Lander Larrañaga
La casualidad ha hecho que apenas en un intervalo de 24 horas haya vivido dos episodios o experiencias relacionadas con el autismo. Este último fin de semana mi pareja y yo estuvimos viendo la película Wolfgang, en que un niño con TEA (Trastorno del Espectro Autista) de altas capacidades y con ese nombre se nos muestra casi como un niño prodigio: dulce, sensible y con unas actitudes para la música -el piano, concretamente- singularmente excepcionales. Casi en paralelo recibí en mi móvil un nuevo artículo de mi buen amigo de Barcelona Gabriel Maria Pérez, padre de Àgatha, una niña -ya una mujer, habida cuenta de sus recién cumplidos 25 años- con autismo severo y todo lo que ello comporta: frecuente irritabilidad, conductas repetitivas y estereotipadas, dificultades en la comunicación, insomnio crónico...
Sus padres, Dolo y el citado Gabriel, son para mi unos verdaderos héroes. Seguramente contra su voluntad, pues como todos los padres hubieran deseado que su hija fuera una persona digamos normal, sin ese trastorno cruel que día y noche condiciona sus vidas. El suyo no es un argumento de película: es la vida real, con toda la carga de estrés y preocupaciones que esa difícil convivencia con su hijita lleva acarreada. No digo que Wolfgang sea una mala película; debo reconocer que está bien hecha y que a ratos me emocioné con su argumento. Pero a la salida, comentándola con mi pareja, llegamos a la conclusión de que eso no es el autismo, o al menos el autismo que nosotros conocemos, por experiencia propia y por la de personas que lo viven diariamente en su casa, como en el caso de nuestros buenos y abnegados amigos Gabriel Maria y Dolo.
Y no obstante admiro su entereza, esa capacidad de sobrellevar el desgaste y la preocupación inherentes a la convivencia con una persona con TEA sin apenas una queja, con todo el amor y el cariño que unos padres pueden proporcionar a su hija en esas duras condiciones. Sirva como ejemplo ese fragmento del último artículo de Gabriel Maria, publicado en el periódico digital autismovivo.org: “Aparte de ser sangre de mi sangre, aparte de una vida ya de 25 años con tantas contradicciones, con tantos sinsabores, con tanta lucha, a veces desfallecimientos, continúa con esa luz que nos ilumina a todos y, como nunca me canso de decir, cuando aparece esa inconmensurable sonrisa lustrosa, y se proyecta durante varios días, como está sucediendo últimamente, entonces ya es el summum.”.
Esa es la luz que tratamos de recordar y celebrar hoy, Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. Conviene no olvidarlo.
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