Opinión | Tribuna

Legionarios, gallinas y machos alfa

Ilustración: Legionarios, gallinas y machos alfa

Ilustración: Legionarios, gallinas y machos alfa / Ingimage

Zarzalejo es un pueblo madrileño con 1.874 habitantes, 400 vacas y más de 2.000 gallinas. Lo primero que sorprende es que las gallinas hayan superado en número a las personas. Lo segundo, que con estas cifras la gran preocupación del alcalde sea la masculinidad y no, por ejemplo, el riesgo de un golpe de Estado avícola.

Pero hay alcaldes con visión. Que, entre el mugido de la vaca y el cacareo de la gallina, detectan un problema de fondo: el hombre está perdido. Rafael Herranz, del Partido Popular, ha decidido que los hombres de Zarzalejo necesitan reencontrarse consigo mismos. Un taller sobre nuevas masculinidades parece lo más indicado para salvarlos de la deriva feminista que les acecha: hombres que no saben si ponerse corbata o delantal, hombres expresando emociones sin dar vergüenza ajena, hombres que no saben si sacar la basura con aire de macho proveedor o de hombre igualitario. Todo muy confuso.

Para ello, el Ayuntamiento ha contratado una empresa de coaching educativo dirigida por dos coordinadores de los colegios de los Legionarios de Cristo. Aquí es donde todo cobra sentido. ¿Quién mejor para explicar a los hombres cómo deben comportarse que una organización religiosa fundada por un hombre con decenas de casos de abuso sexual a sus espaldas? Con su vasto conocimiento sobre dominación, sumisión y gestión del poder, ¿quién mejor para marcar el camino? Si alguien sabe de liderazgo masculino, sin duda son ellos.

El primer gran interrogante es cómo será un curso de nuevas masculinidades impartido por esta institución. Quizá se centre en esta idea: la nueva masculinidad ultracatólica, ese ideal de hombre que guía, protege y ama con firmeza. Una masculinidad que ofrece una visión paternalista y medieval de las relaciones, donde la mujer es un ser que necesita ser «redomado» y el hombre se convierte en el buen pastor que sabe cómo hacerlo. Con paciencia, con cariño, con discreción.

El programa promete ser una joya pedagógica. Lecciones de virilidad clásica, por ejemplo, podría ser el primer módulo. Aquí se enseñaría la técnica infalible de la autoridad blanda: «Cariño, no te estoy imponiendo nada, es la voluntad del Señor», y la siempre efectiva mirada reprobatoria, un método de comunicación no verbal capaz de disuadir a cualquier esposa con ideas peregrinas sobre autonomía. Porque ser un varón renovado no significa perder el control, sino ejercerlo con sutileza.

En la unidad Corresponsabilidad en el hogar se despejarían dudas y temores sobre la igualdad mal entendida, esa que confunde compartir con ceder y ayudar con abdicar. Se enseñaría que poner un lavavajillas de vez en cuando no es claudicar, sino una jugada estratégica: un gesto mínimo que genera paz doméstica sin alterar el orden natural de las cosas. La clave es sencilla: que todo parezca diferente para que, en esencia, siga exactamente igual.

En el bloque La educación emocional para el varón cristiano se profundizaría sobre cómo manejar las emociones de forma controlada. Se enseñaría a no llorar, a no dudar y a evitar el tipo de comportamiento «demasiado sensible» que podría hacer pensar a cualquiera que uno está…, ¿ya sabe? en la «zona prohibida». Técnicas inhibitorias para canalizar la ira, como la oración terapéutica, serían esenciales. También se ofrecerá un manual de emergencia sobre cómo reaccionar si una hija se declara feminista.

El tema Amor y obediencia en la familia abordaría la comunicación efectiva en el hogar, con técnicas avanzadas para hablar sin ser interrumpido, como elevar levemente el tono al pronunciar «bajo mi techo». Para tratar con adolescentes rebeldes, se enseñaría la estrategia del miedo divino: «Dios lo ve todo, tú verás lo que haces», un método infalible para fomentar la introspección (y la culpa). Además, se brindarían herramientas para reforzar el papel de la mujer virtuosa: cómo elogiar su abnegación sin que se le ocurra pedir nada a cambio.

Por último, la sección El varón católico en el siglo XXI: adaptarse sin corromperse enseñaría a ser moderno sin renunciar al patriarcado, con herramientas como el uso estratégico de WhatsApp para el control afectivo: desde mensajes sutiles de supervisión hasta el clásico «¿Dónde estás?» con doble check azul. Se impartiría un taller práctico sobre el apagado táctico del Wi-Fi, una solución tecnológica para evitar tentaciones y preservar la virtud cuando la carne (y la fibra óptica) es débil.

El único problema que le veo es la escala. Si el taller se dirige a policías, profesores y agentes sociales, la formación podría quedarse corta. Sería más lógico ampliarla. ¿Por qué no un seminario sobre feminismo a cargo de la Falange? ¿O un curso de ética política patrocinado por la Gürtel? Tal vez en la próxima sesión se imparta un taller sobre abstinencia sexual a cargo de Nacho Vidal. Ya que nos ponemos, que sea a lo grande.

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