Opinión
Los cuatro retos de la reforma de la plaza Mayor de Palma

Plaza Mayor de Palma. / MANU MIELNIEZUK
De la reforma de la plaza Mayor de Palma, proyecto arquitectónico que el Ayuntamiento ha adjudicado esta semana a los despachos Barceló Balanzó y Scob, se espera una ejecución algo más rápida que los 140 años de obras que se tardó en alumbrar ese bello espacio cerrado por edificios porticados que ha llegado hasta hoy, sobre las ruinas de la Casa de la Inquisición, el convento de Sant Felip Neri y el posterior mercado de abastos, más tarde trasladado al Olivar.
También se esperan, más allá de la necesaria rehabilitación de toda su superficie y entorno, soluciones que hagan el espacio algo más permeable por todos sus accesos, dentro de las limitadas posibilidades de una configuración que la ha condenado siempre a no tener más vida ciudadana que la propia plaza genera, como ya advirtió que sucedería el arquitecto Gaspar Bennazar. A día de hoy un mercadillo de Navidad, un Día de Sant Jordi, una manifestación con foto aérea de la plaza llena y cada vez menos conciertos. El resto del año es solo un lugar de paso, nunca un destino. Y un acceso fantasmagórico a un aparcamiento subterráneo.
Precisamente, la intervención en las abandonadas galerías subterráneas es uno de los puntos del del proyecto ganador de los despachos Barceló Balanzó y Scob que al parecer más ha gustado al jurado, presidido por el propio alcalde Jaime Martínez, al lograr un espacio inferior que por una parte mantiene la identidad de la plaza y al mismo tiempo elimina el efecto sótano de las viejas galerías con luz natural y espacios abiertos.
En esta nueva superficie se instalará Centro de interpretación de la ciudad, que se pretende que sea una de las grandes bazas de Palma en su aspiración para ser elegida Capital Cultural en 2032, aunque se desconocen aún las funciones y contenidos de ese as en la manga municipal, como también ocurre con el edificio de Gesa. Además, se incorporarán espacios comerciales y culturales, zonas multifuncionales y polivalentes, baños públicos, un establecimiento público de restauración y otro de alimentación, pues el 40% de la superficie seguirá teniendo un uso comercial.
Es de esperar también que la reforma no olvide otra vez la accesibilidad de las personas discapacitadas a la plaza, el aparcamiento y la Rambla, dependientes de un único ascensor que hasta su renovación en 2023 se rompía con más frecuencia que un bus de la EMT.
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