Opinión | Tribuna

Restauración y expropiación

El campo, la naturaleza, literalmente se desangran. Las grandes zonas abiertas han sido masacradas por una industria agroambiental, que no agricultura, que no tiene límites ni fin

El suelo descontaminado es poco, el agua escasea y el desarrollo aun quiere más.

El suelo descontaminado es poco, el agua escasea y el desarrollo aun quiere más. / INICIATIVA NATURA

A todos los amantes de la naturaleza la aprobación definitiva el pasado me de junio de la Ley Europea de Restauración de la Naturaleza, nos ha producido una gran alegría. A todos los que nos dedicamos a esto desde hace ya tiempo, también cierta preocupación por desconfianza. No en vano hace mucho que conocemos RAMSAR o la Red Natura 2000 y todos sabemos el resultado de estas «poderosas herramientas» tras el paso de los años. Doñana y Daimiel son lugares Ramsar y RN2000.

El reglamento propone, ¿se compromete?, a restaurar el 20 % de la superficie degradada de la Unión antes del año 2030, zonas terrestres y marinas. Es, sin duda, una meta muy ambiciosa. Para cumplirla habría que dotarla de mecanismos que la puedan hacer realidad, creíble, verosímil y posible.

Ni más ni menos que en 1957 se publicó el decreto, que aprobaba el reglamento de la ley de Expropiación Forzosa en España. Hace sesenta y ocho años se decía que se podía expropiar un terreno de su propiedad cuando lo justifique el interés social o la finalidad y la causa expropiatoria fuera calificada de interés público.

La Ley 8/1984 de 3 de julio Andaluza de la reforma Agraria, declaraba algunas fincas manifiestamente mejorables por el incumplimiento del fin social de una finca o terreno en concreto.

Nos hemos apresurado a discutir y a ver que es restauración y lo que es más importante: quien certifica, avala, hace que esa restauración disponga de las etiquetas, créditos y garantías para ser declarado como tal. Para ello hay que hacer un ente certificador compuesto por reconocidos prescriptores. Seguro que ya estamos en ello.

El campo, la naturaleza, literalmente se desangran. La vida está desapareciendo a chorros y grupos faunísticos como insectos, anfibios o algunos mamíferos como los murciélagos, las están pasando canutas. Las mariposas desaparecen porque no tienen flores silvestres. Las grandes zonas abiertas han sido masacradas por una industria agroambiental, que no agricultura, que no tiene límites ni fin. El suelo descontaminado es poco, el agua escasea y el desarrollo aun quiere más. Y la Unión Europea dice que de aquí a 2030….

Hay casos en España, fundamentalmente zonas inundables, humedales, lugares sagrados para la vida y su diversidad, que necesitan urgentemente un cambio de actitud política para ser salvados. De ellos dependen muchas cosas, nuestra salud, la vida, todos nosotros.

Hay lugares que ocupan zonas de titularidad publica, algunos con sentencias firmes de hasta el Tribunal Supremo, ocupados por mega producciones de la mencionada industria que atentan contra lo más básico, la conservación de la naturaleza.

Ya no es que no se cumplen las leyes. Doñana tiene la normativa más exigente posible para su conservación y no consigue salir de su agonía. Daimiel es el caso más paradigmático de todos. En ambos parques nacionales, la administración está rescatando terrenos y llevando a cabo labores de reforestación y reinundación. Se ha de ir más allá. Si queremos recuperar, cambiar la tendencia, empezar a mejorar y restaurar. ¿No sería lógico poder expropiar un terreno, una propiedad, cuando lo justifique el interés social o la finalidad y la causa expropiatoria fuera calificada de interés público?

En conservación de la naturaleza, hoy en día todo es manifiestamente mejorable.

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