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Joana era de aquí
Un nuevo drama provocado por el machismo larvado en tantas relaciones de pareja

El hombre que mató a su mujer en Puigpunyent. / Manu Mielniezuk
En la peluquería me informaron de que habían malherido, de un disparo, a la protagonista de La Promesa, 500 y muchos capítulos después. A día de hoy ya han velado su cadáver. Un giro de guion importante que provocará cambios en la trama, sin duda, para eso es ficción y la libertad en la creación de personajes y situaciones es ilimitada.
Me enteré el mismo día en que, al alba, la descarga de una escopeta contra el cuerpo de una mujer, en Puigpunyent, acababa con su vida. Se llamaba Joana. Y quien accionó el gatillo fue su marido. Tristemente, eso no era parte de un episodio interpretado. Era la vida misma, la muerte misma.
Quisimos creer durante unas horas que fue la desesperación de la pareja por la pretendida grave enfermedad de ella y quizás la depresión de él, lo que había provocado lo que parecía que era un intento de suicidio pactado. Frustrado porque él fue certero contra ella pero no contra sí mismo.
Con los avances en la investigación, se fue diluyendo esa posibilidad y saliendo a flote la verdad: estábamos ante otro caso de asesinato de una mujer a manos de su marido. Un nuevo drama provocado por el machismo larvado en tantas relaciones de pareja.
Joana fue el nombre que elegí para la protagonista de un cuento que ocurría en Mallorca hace 200 años. Era un relato sobre malos tratos a las mujeres. Llegué a la conclusión, después de una serie de consultas, de que por entonces era uno de los nombres propios femeninos más usados en la isla.
Sabemos poco de esta Joana, protagonista involuntaria, mujer del siglo XX y XXI, madre de dos hijos, que hace poco le comentó a una vecina que si algún día iban a Palma al cine, o a alguna otra actividad, le gustaría sumarse. La vida real está llena de pequeños proyectos, como ir a ver una película.
Igual que pasa en la gran pantalla o en las series de sobremesa, a Joana le han robado el resto de su vida. Y se la robó aquel en quien durante mucho tiempo confió, su marido, que además de actuar de manera cruel y despiadada ha demostrado ser un actor consumado.
Joana es la mujer asesinada en España número 1.300 desde que en el 2003 se empezaron a elaborar estadísticas sobre violencia de género; la séptima del presente año y la segunda en Mallorca en los últimos cuatro meses.
Como tantas veces, alguna vecina contó ante los micrófonos lo amable que era el hombre que la mañana del día 19 de marzo empuñó y descargó su escopeta contra su esposa. Explicaba que, aunque él estuviera delante en la cola del autobús, dejaba subir primero a otras personas de manera caballerosa. No llevan máscara de demonio, los que se creen dueños de arrebatar la vida de su pareja, pero lo son. Declaraciones posteriores de allegados describiendo agresiones habituales así lo demuestran.
El hombre eligió una fecha significativa para su fechoría: el Día del Padre. Un día marcado para siempre en la vida de esos hijos que quedan huérfanos, tengan la edad que tengan. Como la niña de tres años que presenció, el pasado mes de diciembre en Palma, las cuchilladas mortales que le asestó a su madre el que era su progenitor.
Sí, Joana era de aquí y su nombre está muy extendido en nuestra tierra. Las mujeres víctimas de la violencia machista pueden ser de un lugar o de otro, blancas o negras, licenciadas o no, jóvenes o mayores. Los que les roban la vida, también.
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