La izquierda obliga al PP a pactar con Vox

Carlos Mazón no solo ha salvado los presupuestos valencianos, su rendición ante Vox también le garantiza la vicepresidencia del Gobierno a Santiago Abascal, en el caso muy probable de que la ultraderecha moderada sea imprescindible para redondear una mayoría absoluta con el PP. Se entiende que cada movimiento del político alicantino, degustador de la suculenta carta del Ventorro mientras sus conciudadanos fallecían anegados, sea recibido a garrotazos. Ahora bien, con cierta distancia se observa que Feijóo dio por sentado en su investidura frustrada el voto complaciente del neofranquismo, sin desatar un trauma excesivo.

La democracia representativa, basada en elecciones parlamentarias con múltiples opciones, debe garantizar un Gobierno a cada visita a las urnas. La convocatoria por dos veces en España de nuevos comicios, que no repetición de los anteriores, resulta catastrófica para la credibilidad del sistema. Hay algo peor que violar los caprichosos cordones sanitarios, dejar a un país sin Gobierno.

La suprema voluntad del votante establece que es lícito que el PSOE recabe apoyos electorales en Bildu o Junts. Ya se encargarán los adeptos socialistas de reprochar la volubilidad de sus líderes. Por cierto, al igual que los también traicionados abertzales y catalanistas. En la actual configuración ideológica española, el PP solo puede contar con Vox, elegido por los mismos mecanismos de competición que los restantes partidos. Si esta opción repugna a la izquierda, no puede limitarse a obligar a los populares a no gobernar, porque adultera la esencia de la competición. Supongamos 150 diputados de Feijóo, 120 de Sánchez y 30 de Vox. Si la izquierda exige el aislamiento de los diputados montaraces, debe aplicarse en consecuencia. O apoya directamente a los populares en la línea de las grandes coaliciones alemanas, o retira del tablero a un número de diputados equivalentes a los acordonados sanitariamente. De lo contrario, los socialistas condenan al PP a pactar con Vox.

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