Opinión

La Piedad de Miguel Ángel

'La Pietá' de Miguel Angel

'La Pietá' de Miguel Angel

He leído en un periódico, no recuerdo cuál, tengo «la trabajosa costumbre» de leer varios diarios cada día que, en general, coinciden en las malas noticias, noticias a las que nos acostumbramos con demasiada facilidad. Hace unos días en uno de los diarios se publicó un artículo, firmado por la periodista Ana Iris Simón, cuyo nombre sí recuerdo por sus evocaciones mitológicas (la diosa Iris que simboliza la sabiduría y la belleza), por su relación con la botánica (una preciosa flor de color purpura y también violeta), y por formar parte, el iris, de nuestra anatomía (parte del ojo, la pupila, por la que entra la luz). En el artículo explicaba Ana Iris Simón que un profesor le había contado que en un examen a sus alumnos les expuso, como ejercicio, una fotografía del grupo escultórico de La Pietá de Miguel Ángel y, les pidió que explicasen lo que les sugería aquella escultura y que dijesen también, si lo sabían, quién la había esculpido. Un chico, un estudiante aplicado, contestó que aquello representaba «a una señora con un hombre muerto en brazos», sin más. Esta respuesta podría entenderse como una anécdota, pero en mi opinión, no es una cuestión anecdótica sino más bien un asunto categórico que demuestra muchas cosas, no buenas. Seguramente que el estudiante tenía escasos conocimientos de arte, que ignoraba que esa fotografía correspondía a una de las más importantes obras de Miguel Ángel, y que probablemente desconocía quien fue Miguel Ángel Buonarroti, autor también del David, el Moisés, del Juicio Final en la Capilla Sixtina… y por supuesto ignora lo más elemental de la cultura cristiana. ¡Que fracaso no enseñar humanidades! Michelangelo Buonarroti, uno de los más transcendentales artistas del Renacimiento, esculpió La Pietá durante cinco años de trabajo, entre 1498 y 1503, por encargo del cardenal Bilheres de Lagraulas, Abad de Saint-Denis, con la intención de que, en su día, adornase su tumba. La obra finalmente terminó en la Basílica de San Pedro del Vaticano, por orden de Julio II, el gran Papa del Renacimiento. Se trata de una escultura en mármol de Carrara, que representa a la Virgen María teniendo en sus brazos el cuerpo de Jesús, ya muerto en la cruz. Una obra que expresa, además, el amor incondicional de una madre ante la muerte de un hijo, el dolor. Esta imagen, por su conmovedora belleza, por su perfección, debería entenderse como una elegía encarnada en el mármol. Para Ernst Gombrich, (1909-2001), catedrático de Arte en la universidad de Londres y autor de The Story of Art, esta obra es, sin duda alguna, «un milagro del Arte».

Vivimos en una sociedad secularizada, por supuesto, con una escuela laica y, eso seguramente está bien. También podemos entender el rechazo actual a la Iglesia, como organización temporal, pero dejar las religiones al margen de la escuela, no está tan bien, tiene consecuencias. Cuando una formación parcial, sesgada, lleva pareja un rechazo generalizado a las religiones se comete un error con importantes derivaciones culturales. Y en nuestro caso, el rechazo a lo que ha supuesto en Europa la cultura cristiana es una equivocación. Sin el cristianismo no tendríamos templos románicos, góticos, barrocos, los millares de libros guardados en los monasterios, la música gregoriana, las pinturas de Duccio, Leonardo (y su Última Cena), Fra Angélico, Rubens, Caravaggio… Sin formación en cristianismo no sería fácil comprender Europa, nuestra historia, nuestro arte, ni nuestro legado. Dejar al margen de la formación el sustrato espiritual de nuestra tradición a quien perjudica, y mucho, es a los jóvenes que no podrán entender nada de lo que supone la fortuna de vivir en el espacio europeo, no podrán entender, si alguna vez entran en un museo, los que significa el Cristo de Velázquez o el Cristo de Dalí y tal vez tampoco podrán comprender que la fe puede llegar a transformarse también en Arte.

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