Opinión | La suerte de besar
Robar la confianza
El momento en que pierdes la confianza en algo o en alguien recuerda a cuando empiezas a sentir dolor en la planta del pie

Robar la confianza / .
Confiar es símbolo de buena calidad de vida. Hasta hace no demasiado, decíamos con orgullo a los foráneos que en mi pueblo dormíamos con la llave colgando fuera de la puerta. Era un privilegio en el escalafón del bienestar social. Implicaba que cuando éramos vulnerables, porque descansábamos a pierna suelta, confiábamos en que nadie nos haría daño. Un día alguien entró a robar en una casa dos calles más allá, leímos una noticia sobre un susto nocturno a un señor mayor y, chimpún, la llave desapareció de las cerraduras, apareció la brizna de la desconfianza y dejamos de vivir tan, pero que tan bien.
Confiamos que abriremos el grifo y que saldrá agua y que cuando la queramos caliente, el termo funcionará. Que encender el interruptor hará que se ilumine nuestra cocina. Que la nevera enfriará nuestros alimentos. Que la calefacción caldeará el ambiente. Que cobraremos por nuestro trabajo. Cuando lo anterior deja de suceder nos importunamos y todo es un incordio. Confiar en las personas y en los recursos de nuestro entorno hace la vida más amable. Nos gusta vivir en una comunidad donde sabemos que, ante un problema, nuestra vecina del rellano nos ayudará y que podemos dejarle una copia de la llave de casa para las urgencias. Es un lujo ir al colmado del barrio cuando te venden lo mejor y te dicen la verdad, si te dicen que las lechugas son frescas y los tomates de aquí (y son de aquí y no de allá). Tener fe en la buena fe de las personas es un lujo.
Hubo una época en que los bancos se consideraban instituciones confiables, pero un día, entre otras cosas, comenzaron a cobrar comisiones inescrutables. Seguro que nos informaron antes, pero lo hicieron con una letra tan pequeña que requerías vista de lince para leerla. Cuando quisimos reclamar, nos exigieron mil formularios, habilidades digitales y tiempo y paciencia infinitos. Y comenzamos a desconfiar. La burocracia, la falta de transparencia y poner las cosas difíciles a la ciudadanía generan desconfianza. Un aviso a las Administraciones Públicas, partidos políticos, parlamentos, gobiernos o grandes corporaciones.
La joven del autobús está contándole a su interlocutora telefónica que la que consideraba su amiga del alma se ha enrollado con el chico que a ella le gusta. En el escalafón de las traiciones estaremos de acuerdo en que ésta no es baladí. La pobrecita narra que ha descubierto el pastel porque su ya excolega se dejó no sé qué aplicación abierta, que ella escuchó el sonido de la notificación, que no quería mirar, pero que «tía, al ver que era Rafa quien estaba en línea escribiendo, pues que sí, que lo he leído todo y están súper juntos desde hace tiempo». Confiamos ciegamente en nuestros amigos. Creemos que se alegran de nuestros logros y se entristecen de nuestras miserias. Sabemos que están a nuestro lado cuando les necesitamos y que, a pesar de poder opinar sobre lo que hacemos, no nos juzgan. Robar esa seguridad es una faena.
Porque el momento en que pierdes la confianza en algo o en alguien recuerda a cuando empiezas a sentir dolor en la planta del pie. Te das cuenta de que no has valorado lo suficiente lo bien que has estado hasta ahora. Salgamos a caminar mientras nuestros pies estén perfectos.
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