Opinión

Mallorca, de ‘fuck off’ a ‘fuck you’

Mallorca entra en la guerra castiza del «fuck off» contra el «fuck you», a costa de la expulsión de Bellingham. El toro de Osborne camino de Manacor aporta el correlativo «go to hell». El infierno adonde se remite a los compradores extranjeros no es el fuego eterno, sino sus respectivos países. La pintada aparece el día en que Australia prohíbe durante dos años la compra de casas a a cargo de forasteros, otro «fuck off».

Los turistas estadounidenses declinantes, aunque es más correcto hablar de estabilización, no podrán alegar que tienen problemas de comprensión en Mallorca. El letrero resumido en «al infierno» luce una redacción perfecta en casi cualquier idioma. El elefante en la habitación de hotel no es el precio ni la distancia, sino el clima. Con un febrero por encima de los veinte grados, a nadie puede extrañarle que se resienta el mercado estival, porque la consigna más recomendable en julio y agosto es huir de Mallorca. A cualquier parte, Estados Unidos incluidos.

Los bienvenidos Mister Marshall han cumplido con su misión fundamental, recalentar el mercado inmobiliario mallorquín. La fiebre estadística acabará por demostrar que Mallorca era tan deseada que pudo haber impuesto su ley y haber elegido uno a uno a sus turistas, también a los norteamericanos. En los albores de la locura ahora desatada, a la isla le sobraban atractivos para imponer sus tarifas. Prefirió comercializar basura y llenar a cualquier precio, con un coste irrecuperable para el entorno. De ahí que los radicalmente opuestos al turismo se vean desbordados en las protestas por los partidarios de una actividad turística razonable, ahora conversos a la evidencia incluso térmica de que Mallorca se parece cada vez más a la antesala del infierno. Han entendido el «fuck you».

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