Opinión | La suerte de besar
EEUU S.A.

EEUU S.A
Donald Trump, antes que presidente de Estados Unidos, es un hombre de negocios que funciona por objetivos y resultados. Dice que hará algo y lo hace. Trump aplica esta misma metodología empresarial a la gestión pública. Anunció en su programa electoral que echaría a los migrantes y, al día siguiente de firmar su acta como presidente, ya había cumplido con su palabra. Fletó unos cuantos aviones, los llenó de personas sobrantes en su país y los envió al hemisferio sur. No titubeó. Dijo que subiría los aranceles y ahí andamos. Afirmó que reduciría cargos públicos y ya hay unos cuantos en la cola del paro. Amenazó con cambiar la nomenclatura del Golfo de México y ya ha bautizado el día 9 de febrero como el Día del Golfo de América. Si nos descuidamos, habrá cumplido con todas sus propuestas electorales antes del verano. Es la perita en dulce que cualquier empresa privada querría tener. Dirige su país como si fuera una gran corporación y busca, por encima de todo, su rentabilidad económica.
Uno de sus próximos objetivos es convertir Gaza en una Riviera. Un lugar de veraneo, una zona de hoteles de lujo y casoplones sobre 45.000 muertos son, para el tándem Trump & Netanyahu, un buen business. Reconozco que eso no lo vi venir, pero es que yo no tengo ojo ni para los negocios ni para el emprendimiento (tampoco para los hombres, pero este artículo no va de esto). Lo que me inquieta es la falta de pudor, de temor y de respeto al derecho internacional (ni al nacional, pero este artículo tampoco va de esto). A Trump se la refanfinfla todo lo que no sea su propio interés. La buena convivencia, el bien común, la generosidad o la empatía son conceptos de una galaxia muy, muy lejana.
Desde que tengo uso de razón me da miedo la gente que no tiene miedo. Soy fan de la novela negra y la mayoría de psicópatas que la protagonizan carecen de esa emoción. Un político que no tiene miedo es alguien que toma una decisión y, a pesar de que sus consecuencias dejan fuera de cobertura a colectivos enteros, no le tiembla el pulso y sigue adelante. Los migrantes deportados o la subida del arancel al aluminio son asuntos que nos quedan lejos, pero ¿qué sucedería si se desmantelase la sanidad pública y se vendiese nuestra cobertura sanitaria a grupos inversores privados que hiciesen negocio con nuestra salud? ¿Qué pasará cuando se considere que los cuidados a una persona mayor, con una discapacidad intelectual o física no son rentables y se opte por ceder esta «atención» a un fondo liderado por ejecutivos que buscan beneficios económicos personales? Mucho ojo con los políticos que gestionan el bienestar de la ciudadanía sólo desde una hoja de Excel. Por la cuenta que nos trae, deberían darnos pavor.
Si Trump encarna la agilidad, Europa representa el anquilosamiento. Donald es una gacela y nosotros una tortuga. Ahora necesitamos ser rápidos y volver a ilusionarnos con propuestas humanísticas y proyectos con visión de futuro. Necesitamos a líderes que fomenten la confianza, la unión, la cohesión y el sentimiento de valores compartidos. Y aquí entran todos los políticos que han venido aquí a hacer política en el sentido literal de la palabra. No en el económico.
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