Opinión | Desperfectos

A la derecha de la derecha

Trump pretende sustituir la diplomacia clásica por el lo toma o lo deja del especulador inmobiliario que fue

Trump pretende sustituir la diplomacia clásica por el lo toma o lo deja del especulador inmobiliario que fue

La presidencia Trump 2.0 ha disparado las especulaciones sobre cómo es la derecha que viene. En el Reino Unido, el partido pro-Brexit de Nigel Farage - amigo parlanchín de Trump - acaba de adelantar a los conservadores tories en las encuestas. En los dominios de la Unión Europea, choca la estrategia de la derecha adaptable de Giorgia Meloni con la de Los patriotas inspirados por Orbán. Vox se ha pasado de Meloni a Orbán. Todos requieren la bendición de Trump. ¿Será Marine Le Pen presidenta de la Quinta República francesa? ¿Gobernará la democracia cristiana alemana con la derecha radical de Alternativa para Alemania?

Trasladados a España esos interrogantes y dilemas, la cuestión es prever cómo cuajará, en su caso, la aproximación entre PP y Vox para destronar a Pedro Sánchez. Según parece, ya no se trata del qué, sino del cuándo y cómo. Como ya se dio la disolución del cordón sanitario ante la extrema izquierda, el cordón sanitario ante la extrema derecha se va desplomando. El juego parlamentario intenta redistribuirse pero lo más vistoso es la derecha de la derecha y la izquierda de la izquierda. Lo que fue el consenso en la Europa de posguerra - centroderecha y centroizquierda - ahora no carbura, del mismo modo que el modelo bipartidista - incompleto - que proviene de la España de la Transición se ha fragmentado.

Al centroderecha le ha llegado la hora de actualizar sus escaparates y eso es lo más difícil. Es como si diese pereza articular propuestas y sedimentar nuevas ideas. En primer lugar, habría que aclarar de qué manera se quiere ser alternativa clara de gobierno. Y no será cómodo conjugar la tradición liberal-conservadora, moderantista y pragmática, con una derecha de la derecha que se excita continuamente, conspiracionista y reactiva. Sea para gobernar en coalición o para dar garantía de sustento parlamentario, esa aproximación PP-Vox es incómoda. No se puede ser reformista desde la contrarreforma. Así está el PSOE, buscándole un sustituto a Yolanda Díaz y esperando en vilo hasta qué punto Puigdemont puede dosificar la bombona de oxígeno. En los extremos, a derecha e izquierda, la estabilidad no importa.

Mientras tanto, se producen giros de nueva dimensión, respecto al cambio climático, la inmigración, el globalismo o qué hacer con China. La inteligencia artificial, como ya ocurrió con la televisión, y luego con Internet y el teléfono móvil, va a entrar en política. Ahora Trump pretende sustituir la diplomacia clásica por el lo toma o lo deja del especulador inmobiliario que fue.

A la vez, los populismos no estarán ahí siempre. A pesar de todo, quizás se vaya perfilando un pospopulismo. En España, depende de la determinación que muestre Núñez Feijóo, con la ayuda de las pugnas internas en Vox. La partida europea se irá decidiendo en sucesivas elecciones y en el juego de fuerzas que se produzca en el Consejo Europeo, en alianzas y desapegos intergubernamentales. Mientras tanto, Trump seguirá jugando al todo o nada, a sabiendas de que el todo no existe y el poco siempre es mejor que nada.

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