Opinión | Al azar

Las ministras se pelean en público

Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera del Gobienro

Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera del Gobienro / Carlos Luján - EP

LeBron James alecciona a Doncic, segundos antes de su primer partido juntos para los Lakers:

-Luka, sé tú mismo, no te adaptes.

(Hay un «jodido» en la frase, pero cuesta introducirlo en la traducción). Esta receta de autenticidad no siempre funciona. En la rueda de prensa posterior al último consejo de ministros, Yolanda Díaz quiso ser ella misma, sin adaptarse. El resultado fue una riña tan escandalosa con la socialista Pilar Alegría que los periodistas no sabían qué preguntar. Manteniendo la metáfora atlética, interrumpir la pelea hubiera sido tan anómalo como interrogar a dos deportistas que se están agrediendo mutuamente.

Insólito es un adjetivo devaluado por exceso de uso, pero escuchar la aparatosa risa de fondo de Díaz mientras habla su teórica socia Alegría es nuevo para la audiencia. Por no hablar del «eso no es así» de la portavoz, que rubrica una intervención de la vicepresidenta de Sumar. Aunque el género es casual en este Mortal Kombat, porque los prolegómenos suavizados fueron un Díaz vs. Cuerpo a raíz de la reducción de la jornada laboral, las ministras se pelean en público. Arrebatadas, ninguna de las contendientes se hubiera frenado al recordarle que estaba desmintiendo los efectos balsámicos de la feminización de la política. Para consolar a la izquierda, Trump y Musk acabarán exactamente igual.

El payaso de Ryanair se mofaba el mismo martes del ministro Bustinduy, impertérrito en la rueda de prensa guiñolesca mientras sus colegas se aporreaban. Sin embargo, O’Leary fue menos violento con el Gobierno que el Ejecutivo contra sí mismo. La inductora de la trifulca sobre la tributación del salario mínimo era María Jesús Montero, la política que mejor aplaude de España. Disimular la hostilidad furiosa no parece un consejo desencaminado, porque tampoco la desplazada Díaz puede plantear una guerra abierta, con un solo eurodiputado en su último asalto a Bruselas. Ningún parlamentario de Sumar tiene garantizada la reelección, vulgo empleo, en unos comicios anticipados. El salario mínimo está muy bien, pero solo debe aplicarse a los demás.

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