Opinión | EL DESLIZ

Un culo en dos butacas

La Academia del Cine Español es un ente quedabién y sin carácter incapaz de decidir quién ha ganado este año el premio gordo

Un culo en dos butacas

Un culo en dos butacas / Elisa Martínez

El Goya ex aequo a la mejor película para El 47 y La infiltrada es una falta de respeto al público del cine. Cuando un espectador va a una multisala está obligado a elegir qué va ver a una hora determinada. O una cinta u otra. No existe el don de la ubicuidad, no puede sentar su culo en dos butacas al mismo tiempo. Si se entretiene en dudar ante la cartelera rebosante, el resto de la fila se pone a toser, a murmurar o directamente le conmina a decidirse, que es para hoy. Yo he visto a la taquillera escoger por un cliente que amenazaba con quedarse a vivir delante de su cristal. La Academia del Cine Español es un ente quedabién y sin carácter incapaz de decidir quién ha ganado este año el premio gordo. Que venga una taquillera y lo diga ella. La Academia no se moja, así que como colofón a su gala más larga que Lo que el viento se llevó y más aburrida que Siete años en el Tíbet nos organizó sobre el escenario una escena final con chirigota de los Carnavales de Cádiz, todos a casa tan contentos. No creo que nadie lo estuviera, la verdad. Vas a ganar o a perder Granada, en el empate no hay tensión ni espectáculo. Lo siguiente puede ser que el año que viene se lleven el Goya las cinco actrices principales, porque todas nos caen genial y son superamigas, o peor todavía, las cinco docenas de técnicos de sonido nominados, que nos atizarán sus cinco docenas de discursos contra el cambio climático y los aranceles, o de agradecimiento a sus madres y a la Academia vacilante e infantiloide. Retiro lo de infantiloide. Los niños optan sin mayor problema. Mi hijo sabía perfectamente que este fin de semana quería ir al cine a ver Policán, un héroe mitad hombre mitad perro. Ideal para los que prefieren no escoger entre amo y mascota.

           Hay que elegir defender o denostar a Karla Sofía Gascón, heroína o villana. O puedes premiar su película después de asegurarte de que la protagonista no recogerá el Goya. Lo harán los productores que han intervenido en la decisión de apartarla de la primera fila para proteger su inversión, y que en el escenario dirán algo como: “Ante el odio y el escarnio, más cultura”. Deberemos preguntarle a Policán cómo interpretar esta soflama híbrida e indeterminada, digna del oráculo de Delfos o del subtitulador automático de Richard Gere. El odio sirve para denominar los tuits racistas, islamófobos y maleducados que la estrella de Emilia Pérez escribió hace cinco años, y que se han resucitado ahora que es famosa. También para nombrar el sentimiento de rechazo colectivo que ha despertado la actriz de ideología trumpista que se hacía la víctima de discriminación por motivo de su género, y que ha dinamitado su fulgurante carrera por lenguaraz. El escarnio, lo mismo. Lo practicó y lo ha recibido, de gente que no conoce de nada, y también de sus compañeros que intentan evitar salpicaduras y preservar las mínimas posibilidades que les quedan en los Oscar. Seguro que este último le habrá dolido más. Los productores que extirpan sin compasión a la primera persona trans llamada a conquistar el Olimpo de Hollywood para salvar sus balances, hoy “esa trans de la que usted me habla”, no desaprovecharon la ocasión de arrearnos una de moralina anticancelación a quienes luchábamos contra el sueño en el sofá. Error nuestro, eso sí, elegir la gala penosa que acabó de madrugada y sin película ganadora, y no un capítulo de Cormoran Strike, una serie maravillosa que nunca acaba en tablas.

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