Opinión | Al azar
Desconfiar de la lucha con el cáncer

La directora científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, durante una comparecencia ante los medios, el 21 de enero de 2025. / / EFE
Es imposible desligar la destitución a patadas de María Blasco en la presidencia del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de las decenas de reportajes hagiográficos que acumulaba la investigadora, mientras se multiplicaba el despilfarro asociado a su gestión. Se repite la perplejidad causada por la erosión del también canonizado Mariano Barbacid al frente de la misma institución. Por no hablar de la dimisión de Josep Baselga en el Memorial Sloan Kettering neoyorquino, tras divulgarse sus conflictos de intereses con las farmacéuticas que tampoco habían merecido el interés de sus hagiógrafos. En efecto, son demasiadas repeticiones en el ámbito de la lucha contra el cáncer para no hablar de un descuido culpable en la vigilancia.
El magistrado Perfecto Andrés Ibáñez es una figura esencial de la España contemporánea, autocrítico con la judicatura porque en sus intervenciones utiliza la cita alemana de que la democracia «es el único sistema que desconfía de sí mismo». Este recelo ambiental obliga a sospechar que en un Centro Oncológico anida la misma corrupción que en un ministerio o un museo. José Luis Ábalos no está investigado por su persona sino por su condición de ministro, el director del Louvre fue arrestado por tráfico de obras de arte por un ele mental criterio de proximidad. Es curioso que la actividad inspectora se centre en los pequeños defraudadores, y solo aborde demasiado tarde los focos de auténtica malversación.
El reciente caso Blasco asombra porque la religión biomédica se erige en remanso, cuando está más corrompida que la fe inmobiliaria. La única diferencia con la selva financiera es que una parte de los participantes en la lucha por la supervivencia científica buscan honores en lugar de dinero. Por lo menos, hasta que descubren el vil metal. A partir de esa encrucijada, compiten a la vez por las riquezas y los premios. Cuesta desconfiar de la lucha contra el cáncer, pero el exceso de confianza tampoco ha mejorado las perspectivas de la enfermedad. Blasco cae por la falta de control de su labor, mientras se multiplicaban las odas emotivas a su figura ahora calcinada.
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