Opinión | Entrebancs
La antipolítica consume a la política y a la ciudadanía

El presidente del partido del PP, Alberto Núñez Feijóo / EP
La mayoría de Parlamentos, donde reside la soberanía popular, se han convertido en jaulas de grillos donde lo importante es el relato. Muchos medios lo abordan como si fuera un mero espectáculo, de modo que la sociedad asiste al show de una clase política pendiente de sus batallitas y no de los problemas de los ciudadanos.
En España, junto a otros países europeos (Francia, Alemania, Italia), vivimos tiempos de mayorías inestables en el Congreso. De hecho, nos encontramos con dos mayorías posibles, aunque incompatibles. La derecha/ultra esta formada por el PP/Vox que consiguió mayoría en las últimas elecciones generales pero no obtuvo la mayoría de diputados. La izquierda, con otros partidos de talante progresista obtuvo la mayoría parlamentaria, y en consecuencia formó un gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez (PSOE). El PP de Alberto Núñez Feijóo no ha aceptado fácilmente tal resultado. El debate parlamentario se ha convertido en una batalla verbal, basado en la descalificación política y personal.
Hace escasamente unos días Sánchez presentó a votación en el Parlamento una propuesta denominada Decreto Ómnibus, que incluía una propuesta de aumento salarial a los pensionistas, mantener las subvenciones a los transportes públicos, apoyo económico relevante a la restauración de los daños personales e infraestructuras (…) ocasionados por los efectos de la dana sufridos en Valencia. El Partido Popular negó su participación y colaboración; que en consecuencia impedía la aprobación del Decreto. La mayoría progresista puso de manifiesto sus dificultades, especialmente las provenientes de Junts per Catalunya. La guerra política (la antipolítica), toma carta de ciudadanía.
En el momento de redactar estas líneas parece que el PP estaría dispuesto a dar su visto bueno a las medidas dirigidas a los pensionistas, a pesar de mantener la descalificación especialmente a Sánchez por «venderse» a Junts presidido por Carles Puigdemont. Por su parte el colectivo progresista mantiene el Decreto Ómnibus. Las próximas fechas serán decisivas.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue inmersa en la incertidumbre y el desconcierto. Los problemas básicos siguen vivos y coleando, desde el salario, al acceso a una vivienda. Son los más perjudicados los jóvenes. Frente a tal panorama la desafección política de los ciudadanos es relevante, lo que puede provocar un caos si se produjera una convocatoria electoral. No debería sorprender que el escenario parlamentario se mueva al albur del corto plazo y no obedezca a compromisos sólidos. Cada vez es más común que un número creciente de electores decida su voto, no tanto en función del proyecto político que les presentan las diferentes fuerzas políticas, sino como respuesta a una situación puramente coyuntural. Cada vez es mayor el número de electores que votan para echar a alguien del Gobierno o para impedir que un partido político concreto pueda acceder a él.
Así, la política (la antipolítica) sigue moviéndose siempre al límite, apareciendo más preocupada por sus intereses que por dar una respuesta coherente y de largo alcance a los problemas que acechan a la ciudadanía (la inflación, la vivienda). Pero el momento político y socioeconómico parece que atraviesa momentos de cambio.
El grupo progresista ha recuperado el apoyo de Junts, lo que conduce a la recuperación del voto mayoritario, que puede implicar el mantenimiento de dos años de gobierno progresista (2027), con sus propias dificultades. Mientras, la derecha probablemente seguirá con su táctica antipolítica, léase las descalificaciones personales y políticas con escasas propuestas operativas y a medio plazo.
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