Opinión

La seguridad aérea que se escatima a Mallorca

Una controalora aérea en la torre de Palma, en una imagen de archivo.

Una controalora aérea en la torre de Palma, en una imagen de archivo. / Enaire

Durante la letal dana en Valencia, la seguridad aérea de Mallorca se vio comprometida. Esta vez la voz de alarma no parte de los sindicatos, sino de los jefes de seguridad y de operaciones, que lo denunciaron ante sus superiores de ENAIRE, la empresa pública que gestiona las torres de control. El 28 y 29 de octubre Son Sant Joan no tenía ningún controlador local y el flujo de aviones se dirigió desde Madrid. Por mucho que los avances tecnológicos permitan cubrir con notables garantías servicios en remoto, no parece que el día en que las previsiones meteorológicas advertían del paso de una dana en el Mediterráneo sea el momento idóneo para ponerlo a prueba. El sentido común apunta que una jornada complicada por los potenciales riesgos de un fenómeno extremo, cuya trayectoria tiene siempre un margen impredecible, requería de atención local en Palma y previsión de apoyo extra desde las unidades centrales por si fuera necesario. Como advierte Gregorio Mut, jefe de Seguridad Operacional de Son Sant Joan, «la providencia» salvó a Balears de una catástrofe al pasar el temporal de largo y no requerir el desvío de vuelos, pero podría haber sido muy diferente. Es intolerable que ENAIRE alegue un cúmulo de bajas médicas y vacaciones para explicar una carencia crucial, fruto de una deficiente gestión de los recursos humanos y de una cicatería extrema con Son Sant Joan, el tercer aeropuerto de España, y uno de los más rentables de la red. Cabe esperar que el debate del asunto en el Senado, a instancias del PP y Compromís (grupo Izquierda Confederal), sirva para depurar responsabilidades y corregir esta anomalía en una infraestructura vital para Mallorca.

Esta situación ha trascendido en un contexto de conmoción por el accidente sin supervivientes entre un avión comercial y un helicóptero militar en el aeropuerto Ronald Reagan de Washington, que ha dejado 67 muertos. La investigación abierta ha revelado que la aeronave militar volaba a mayor altitud de la debida y que se había desviado unos ochocientos metros de la ruta marcada. En el momento del choque, un solo controlador aéreo realizaba las funciones que habitualmente asumen dos. Mientras se avanza en determinar la influencia de esos y otros factores en la tragedia, emerge otro debate de fondo. Pese a la saturación, el aeropuerto digería como podía la adición constante de más vuelos, un crecimiento por el que presionan muchas veces congresistas y contra el que habían alertado autoridades locales y voces expertas, a la vista de otros incidentes previos que estuvieron a punto de acabar en colisiones. Por más que Trump rocíe de populismo la tragedia, los límites no son ideología woke, sobrepasarlos cuesta vidas.

La tragedia norteamericana también ha llevado a revisar aquí posiciones en torno a la privatización de las torres de control. Los grupos municipales de PP y PSOE en Palma cambiaron el voto negativo, emitido hace una semana en comisión, para acabar secundando la propuesta de Podemos de instar al Gobierno de Pedro Sánchez a paralizar el polémico proceso iniciado en 2023. Todos, salvo Vox, prefieren que la gestión siga siendo pública. Visto lo ocurrido el día de la dana bajo gestión pública, hace falta algo más, tratar a Mallorca como merece.

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