Opinión | Tribuna
El futuro en riesgo de la OMS

Bill Gates respalda a Kamala Harris con una donación de 50 millones de dólares, según The New York Times
A ninguno de los que seguimos la política americana nos ha sorprendido la salida de EE UU de la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque Trump ya lo intentó en su anterior legislatura. En 2023 afirmó en un vídeo que «la Organización Mundial de la Salud debería avergonzarse, porque es como la agencia de relaciones públicas de China»; «la Organización Mundial de la Salud se ha convertido en nada más que una estafa globalista corrupta». Y que «la OMS ayudó a encubrir los orígenes y la propagación del virus chino» (Covid-19).
La cuestión no es baladí, puesto que la OMS financió un presupuesto de 6.800 millones de dólares de 2024 mediante dos fuentes de ingresos: 1.184 millones aportados por países miembros y 5.686 millones de contribuciones y aportaciones privadas voluntarias. De entre las primeras el principal financiador era EE UU con 1.300 millones, socio fundador desde 1948. Del segundo grupo, Bill Gates con 900 millones de dólares.
La OMS tiene 150 oficinas en el mundo en la que trabajan 7.000 personas. En 2024 amplió su presupuesto para dar cobertura sanitaria a mil millones de personas más y protegerlos de emergencias sanitarias. Trabajan en la erradicación de la poliomielitis, en el Plan de Emergencias para el alivio del Sida, en los programas contra la malaria, la tuberculosis, el paludismo y el ébola, entre muchas otras campañas.
Actualmente están luchando contra un brote del virus de Marburgo, un primo mortal del ébola, en Tanzania; luchando por contener el brote de gripe aviar H5N1 en los Estados Unidos y tratando de detener el regreso de enfermedades infantiles prevenibles con vacunas, como el sarampión. La decisión de Trump de retirarse de la OMS podría ser «catastrófica», dice Loyce Pace, enlace de la administración Biden con la OMS hasta enero. Y Rebecca Katz, directora del Centro de Ciencias y Seguridad de la Salud Mundial de la Universidad de Georgetown, advierte que «otras entidades de salud mundial como el Fondo Mundial; la alianza Gavi para la vacunación; y programas nacionales como PEPFAR, enfrentan caminos inciertos».
Las razones de su retirada son varias: de una parte, le molesta que EE UU dedique fondos al seguimiento de variantes del SARS-COV-2, o el «virus chino» como él y los MAGA le llaman; de otra, le cabrea que la OMS dedique un programa a la estimación de la morbilidad del aire y sus coste económicos, porque es una cosa woke y medioambientalista (de socialistas malos); imagino que también le cabrea el programa de la OMS de promover el aumento de frutas y verduras, teniendo en cuenta que la dieta diaria y habitual de Trump consiste en dos big mac, un batido de chocolate y hasta doce latas de coca-cola dietética (unos cuatro litros diarios): Imagínenselas en forma de aire del estómago y gas metano.
Le cabrea, especialmente, que Bill Gates financie el organismo. Es la razón por la que los chiflados, entre los que destacaba el presidente de la Universidad Católica de Murcia, afirmaban que en las vacunas nos metían el ‘chis’ (chip), de Gates, para controlarnos la mente. Pero no es sólo el cabreo, lo importante es que su Secretario de Estado de Salud, Robert F. Kennedy Jr., es un antivacunas radical. Lo importante es que un elevadísimo número de sus votantes también lo son, como lo son los fanáticos más radicales de ultraderecha de todo el mundo. A pesar de que muchos se hayan vacunado, por lo que sea. Porque el negacionismo científico es innato y directamente proporcional a la pobreza intelectual de esa ideología, como lo es al cambio climático antropogénico.
Por lo que el crecimiento de esa marabunta no implica, exclusivamente, riesgos potenciales de conflictos internacionales; sino también un retroceso fundamental en futuros avances científicos y en investigación. Que no sean los de la Inteligencia Artificial que Trump promueve para, entre otras cosas, barrunto, complementar su muy restringido coeficiente intelectual, tan admirado por tantos.
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