Opinión | Desperfectos

A finales de 2025

El próximo otoño, ese otro personaje a punto de extravío que es Puigdemont podría haber sido anulado por las intrigas internas de Junts

Pedro Sánchez, en Moncloa.

Pedro Sánchez, en Moncloa. / José Luis Roca

La política-ficción a menudo no acierta al pronosticar pero tiene la virtud de sugerir escenarios. Pongamos que a mediados de otoño de 2025 va a comenzar la campaña electoral, tras una convocatoria anticipada a la que Pedro Sánchezha accedido con la quimera de salvar los muebles. Obligado por la desintegración de sus apoyos parlamentarios, el PSOE entra en terreno peligrosamente imprevisible, paralizado por sus contradicciones internas y con el lastre, entre otros, del caso Ábalos. Esa próxima llamada de la ciudadanía a las urnas coincide con el giro desconcertante capitaneado por Donald Trump, la obsolescencia del progresismo y una geopolítica al desnudo, crispada e hipertensa.

En este escenario, el PP puede haber seguido ganando puntos en los sondeos, aunque sin claros indicios de un vuelco electoral. Vox, embriagado de trumpismo, sería un socio incómodo para el PP, pero peor lo tiene Sánchez con sus aliados. Sumar, sin liderazgo, no se ha librado del desgaste gubernamental, aun oponiéndose al incremento del gasto militar acordado en la UE. Podemos, también descabezado, presencia con temor el impacto de un candidato que a mediados de 2025 ha entrado como una bala en Instagram: una nueva extrema izquierda que usa a su modo la estrategia Trump y se declara antiinmigración, como ya ha ocurrido en Alemania.

Más allá del continuo tumulto parlamentario, el votante ha percibido la parálisis y la fatiga de la Moncloa. En unos meses, incapaz de negociar y decidir por sí mismo, el sanchismo se habrá convertido en un fantasma de los que rondan por las noches del castillo lamentándose de las glorias pasadas. Es como el ilusionista que se ha quedado sin chistera y echa la culpa a los competidores.

En otoño, ese otro personaje a punto de extravío que es Puigdemont podría haber sido anulado por las intrigas internas de Junts, del mismo modo que ERC no alcanza a ser otro pujolismo. Así se llega al choque definitivo entre Junts y ERC, con cierto provecho para la Aliança Catalana de Ripoll y, sobre todo, para Salvador Illa, en el papel principal de estabilizador. De hecho, el PSOE habrá ido perdiendo votos en todas partes menos en Catalunya. ¿Cómo llega el PSOE a unas elecciones generales para otoño? Previsiblemente será con Pedro Sánchez pero por última vez.

En las elecciones de febrero, la CDU habrá ganado en Alemania y unas elecciones presidenciales en Francia ya serán más probables, después de la caída del Gobierno Bayrou y la fragilidad del siguiente. Haga o diga lo que sea, el trumpismo seguirá clonando y China irá botando su nueva flota mercante y militar.

El europeísmo tan edificante de Pedro Sánchez habrá decaído, en un tablero político con Roma y Varsovia de avanzadilla pidiendo rigor con la inmigración y prioridad en defensa frente al Trato Verde. Antes de finales de año ya casi nadie se acordará de Franco ni de Puigdemont, la guerra de Ucrania será un conflicto congelado y el PSOE va a retirarse al limbo digital de los presupuestos nunca aprobados.

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