Opinión | Pensamientos
A propósito de Albons
Los periodistas de sucesos hablábamos con los narcotraficantes más famosos en los pasillos de los juzgados. Era algo natural, había un respeto mutuo; cada uno sabía dónde estaba y cuál era su rol

Bartolomé Albons, nuevo presidente de la Asociación de Navegantes ADN Mallorca. / Asociación de Navegante ADN Mallorca
La reinserción social de los delincuentes queda muy bien en el plano teórico. La realidad es que somos muy reacios a dar una segunda oportunidad a aquellos que han sufrido condena por los tribunales de justicia o los de la opinión pública.
Conocí a Bartolomé Albons allá por los años 80-90. Nacido en Felanitx (cuna de grandes personajes), era un antiguo contrabandista de tabaco reconvertido en transportista de hachís; yo trabajaba de redactor de tribunales. En aquella época todo era más familiar. Los periodistas de sucesos hablábamos con los narcotraficantes más famosos en los pasillos de los juzgados. Era algo natural, había un respeto mutuo; cada uno sabía dónde estaba y cuál era su rol. Así que, por avatares profesionales, charlé, de vez en cuando, con «El Pablo», «La Paca», «La Guapi», «El Frasco» y otros.
Albons era una persona muy educada y campechana. Aprovechaba sus grandes dotes como navegante, su osadía, su profundo conocimiento del Mediterráneo, y sus múltiples contactos para vivir a lo grande con algunos viajes con mercancías prohibidas. En aquellas décadas el hachís era considerado una droga poco nociva para la salud. Así que las penas por su tráfico eran bastante suaves en comparación con el traslado o venta de heroína o cocaína. Existía la agravante de notoria importancia cuando los alijos superaban cierto peso.
No obstante, salían rentables las operaciones de varias toneladas. A nuestro protagonista, de vez en cuando, le pillaban. En aquel mundillo siempre había confidentes. Preparabas una operación y ya estabas vendido desde el principio. De hecho el avispado felanitxer era colaborador de las Fuerzas de Seguridad, aunque de eso no estoy muy seguro.
Cada X tiempo el Servicio de Información de la Guardia Civil pasaba una nota con la detención (otra más) de Bartolomé A.M. Todos sabíamos que Tomeu había vuelto a caer. Se lo tomaba con deportividad.
Después cambió de género y se pasó a la cocaína. Era más lucrativo, pero más arriesgado.
Los buenos toreros nunca se retiran del todo. Le perdí la vista, hasta que hace unos años me lo volví a tropezar en Vía Alemania. Me comentó que había cambiado, que en prisión había encontrado la fe y que la religión le había hecho otro hombre. Incluso llegó a intentar catequizarme. Me descolocó un poco.
Su nombre acaba de salir a la palestra. Con 68 años y en muy buena forma física y mental se había ofrecido a colaborar con el bien común presentándose para ostentar la presidencia de la Asociación de Navegantes ADN Mediterráneo. Esta entidad vela por armonizar la práctica de la navegación con otros usos y servidumbres del mar balear.
Pero el pasado pesa. Su amplio historial fue resucitado. Se armó el escándalo provinciano. El resto de la junta de la Asociación de Navegantes admitió que ignoraba la biografía de su presidente. Este puso su cargo a disposición de los compañeros y se aceptó su dimisión. Se alegó que no era el interlocutor más idóneo para negociar con las autoridades.
El artículo 25,2 de la Constitución proclama que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad están orientadas hacia la reeducación y reinserción social». Sin embargo, la cárcel nos sirve para quitar de medio a personas peligrosas e indeseables, lo que nos da cierta falsa seguridad. También las condenas son una especie de venganza que la sociedad impone a los infractores. Pensamos que cuanto más elevada es la pena privativa de libertad mayor es la justicia. De la rehabilitación nunca nos acordamos.
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