Opinión
Aparecen los monstruos

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.
El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en este claroscuro surgen los monstruos. La frase debe haberse dicho mil veces a lo largo de la historia, pero la referencia que yo tengo es del filósofo italiano Antonio Gramsci. Apuntaba a la incertidumbre entre períodos históricos, cuando el que está a punto de morir agoniza en el extremo de su evolución. Entonces, dice, aparecen los monstruos. Claro que Gramsci vivió y participó en los años más convulsos del siglo pasado: es uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano y con el ascenso del fascismo de Mussolini fue condenado a 20 años de prisión, de los cuales no salió vivo. Me pregunto de qué tamaño se veían los monstruos en aquella época y cuándo se fue colectivamente consciente de su altura real. Enormes, ya lo sabemos.
La idea del cambio de era se está utilizando mucho estos días a partir de la ceremonia de inauguración del nuevo mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, los líderes mundiales que fueron invitados -y los que no- y todo lo que se dijo. Efectivamente, hay monstruos. Es difícil asimilar todas las imágenes y mensajes que ha dejado en menos de una semana, todos atravesados por una ideología tribalista: el desprecio al otro es un pilar identitario y la lealtad al propio grupo debe ser excluyente y sin fisuras.
Por eso no ocultan su disgusto con la obispa de Washington y la petición de misericordia que hizo públicamente a Trump con toda la gente que ahora está asustada por sus políticas fóbicas. De repente, apareció un ángel. Mariann Budde tiene un aspecto frágil y habló con serenidad, contención y muy despacio, pero se ha erigido como la voz más firme y poderosa contra la polarización política y social y el ensalzamiento de los discursos de la extrema derecha que capitaliza como nadie Donald Trump. Ahora bien, con misericordia no será suficiente -en el caso de que llegue a practicarla-. Para el nuevo mundo harán falta líderes políticos capaces de convencer y cambiar la erótica de la intolerancia, el ya basta, o ellos o nosotros.
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