Opinión

Fitur, el reto de los límites ante flujos turísticos crecientes

La presidenta Prohens, Galmés, el alcalde Jaime Martínez, entre otras autoridades con el conseller Rodríguez en un acto en Fitur el jueves.

La presidenta Prohens, Galmés, el alcalde Jaime Martínez, entre otras autoridades con el conseller Rodríguez en un acto en Fitur el jueves. / Consell

La Feria Internacional del Turismo (Fitur) ha clausurado su 45 edición con el optimismo de las buenas cifras económicas y la preocupación por el creciente malestar social, derivado de la saturación, de los efectos medioambientales y de la dificultad del acceso a la vivienda, en parte, por la competencia del alquiler turístico. España se consolida como potencia de primer orden mundial en un sector que el pasado año batió récords de visitantes extranjeros (94 millones) y de gasto (126.000 millones) y que pulverizará esa marca este 2025, con la previsión de alcanzar los cien millones de viajeros, de los que uno de cada cuatro recalará en Balears. Todos los estudios certifican que el turismo de masas es tendencia mundial y todos los pronósticos apuntan a que los flujos no dejarán de crecer, salvo una nueva pandemia o una crisis geopolíticas que altere los mercados. El turismo se afianza como palanca del desarrollo económico y de la generación de empleo, pero se enfrenta al desafío de no morir de éxito, de dejar de crecer en volumen para crecer en valor y, sobre todo, para que esa riqueza generada ayude a minimizar los impactos negativos y se transforme en progreso y bienestar de la población.

Fitur ha centrado el foco en el debate de los límites y la convivencia que lleva décadas abierto en Balears, donde las posiciones han ido evolucionando y sufren sus vaivenes. Además de gastronomía y atractivos culturales para seducir a ese visitante de mayor poder adquisitivo que ayude a evolucionar el modelo, Marga Prohens presumió de las inversiones en sostenibilidad realizadas a lo largo de los años con fondos de la ecotasa, denostada por sus predecesores populares y que ella misma se había abierto a subir en verano, aunque ahora no lo asegura porque «los tiempos son muy ajustados». Ante la euforia del sector por las perspectivas de crecimiento, Gabriel Escarrer, presidente de Melià y Hotels & Resort y del lobby turístico Exceltur, sorprendió con su advertencia: «Estoy totalmente en contra de llegar a los cien millones de turistas. Debemos de poner límites para evitar que la saturación perjudique la calidad del turismo y la imagen de España como marca». Pese a sus reticencias a replantear el modelo, Abel Matutes Prats, presidente del grupo Palladium, también admitió que «hay sitios como Canarias o Balears en los cuales, pese a vivir del turismo, se está llegando a un punto en que se está cerca del colapso». Ambos responsabilizan del desmadre a la expansión del alquiler turístico, cuya patronal defiende que también ayuda a diversificar la riqueza. Viendo las orejas al lobo, la plataforma Airbnb, en colaboración con la patronal Habtur, anunció en la feria que activarán un teléfono de denuncia y mediadores para casos de conflicto con los vecinos. Un gesto que servirá de poco, si no se pone freno a la comercialización de pisos sin licencia. Pese a los intereses contrapuestos, algo se mueve y hay que aprovechar cada oportunidad de mejora. Fitur ha evidenciado el músculo del sector y la necesidad de pasar de la diagnosis a las medidas políticas que garanticen el mantenimiento del liderazgo turístico sin menoscabo del progreso económico y social de los ciudadanos.

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