Opinión | Miel, limón & vinagre
Alice Weidel: Acusa a Hitler de comunista

Alice Weidel, en un mitin de la AfD. / EFE
Alice Weidel parece una princesa de Frozen, y también quiere reinar. La principal incógnita en cualquier retrato de la líder de Alternativa por Alemania plantea en qué párrafo aparecerá Adolf Hitler. Aquí mismo, dado que la candidata a convertirse en la segunda cancillera de Alemania le dijo en X a su pseudoentrevistador, un tal Elon Musk, que el tirano por excelencia no era «conservador». En realidad, era «un tío socialista, un comunista». Queda así demostrado que se puede desbordar al nazismo por la derecha.
Weidel tampoco era de derechas, porque trabajaba en Goldman Sachs, que ha globalizado el planeta para exprimirlo mejor. Intentaremos una mención a Hitler en cada párrafo. El mismo Musk de antes, que tal vez no necesita presentación, negó la adscripción nacionalsocialista de la AfD. Con la lógica implacable de quienes han amasado 410 mil millones de euros y subiendo, Musk destacó que Weidel era lesbiana, y que convivía con una nativa de Sri Lanka (la esposa del inteligente racista J.D. Vance es india) por no hablar de sus dos hijas adoptadas. Al ultramillonario solo le faltó agregar que la campeona de la AfD no tenía un perro lobo llamado ‘Blondi’.
A propósito, ¿a quién se le ocurre bautizar a un partido político Alternativa por Alemania, que no mejora en su denominación oficial subtitulada Alternativ für Deutschland (Cómo Llegar a Hitler por Otros Medios)? La denominación corresponde, como todos los desastres que se han abatido sobre Europa en los últimos años, a Angela Merkel. La primera cancillera dijo, con motivo de su acogida migratoria, que «no hay alternativa para Alemania». La respuesta es la gélida Weidel, protagonista de una película de David Lynch, o mejor del muniqués Michael Haneke.
Hablando de cineastas parlanchines, Billy Wilder sostenía que «Austria es un país brillante, ha conseguido la hazaña de convertir en austriaco a Beethoven y en alemán a Hitler». La cita viene a cuento de que el elitismo de Weidel caracteriza a la extrema derecha centroeuropea, que la financiera prefiere denominar «libertaria». El distanciamiento enfermizo de la plebe viene compartido por Herbert Kickl, líder del FPO austriaco homologable a la AfD y posible canciller en Viena. Hay que desconfiar de los políticos que corren triatlones.
El auge simultáneo de la AfD de Weidel y el Partido de la Libertad austriaco es una variante del ‘Anschluss’ hitleriano traducible por ‘Atchís’, porque el nazismo se merendó al vecino en un estornudo. Desde el Mediterráneo frívolo, parecía imposible que los supuestos ultras arraigaran en el núcleo del nazismo, apadrinados por un megabillonario sudafricano.
El saludo de Musk a su patrocinada hará historia. «Doy la bienvenida a esta charla a Alice Weidel, la principal candidata a gobernar Alemania, en mi opinión», y eso que sufragó a candidatos Demócratas. Estas imposiciones caciquiles transcurrían habitualmente entre bastidores, ahí es nada que la paridad de Zapatero desemboque en la elevación de mujeres al frente de las extremas derechas moderadas. Además de la alemana, Marine Le Pen o Giorgia Meloni, que ya han logrado la ‘dédiabolisation’ de sus siglas respectivas. Y la estonia Kaja Kallas se libra por haberse colocando bajo el paraguas de Ursula von der Leyen.
De momento, Weidel marcha (verbo militarizado) diez puntos por detrás de Friedrich Merz, el insípido democristiano valga la redundancia. El terror no radica en la hipótesis de un pacto si los Verdes no confirman que son el partido de la derecha por excelencia. Alemania contempla con trepidación la hipótesis de que la AfD conquiste el poder con el horizonte de dos elecciones, en 2033. Coincide con el centenario de Hitler, casi se sale del párrafo.
Alice Weidel tiene 45 años, la edad media del acceso al poder salvo en gerontocracias como Estados Unidos. Fue el momento elegido por Hitler para proclamarse dictador, fusionando la cancillería y la presidencia. Los signos son ominosos a pesar de los insistentes desmentidos de la afectada, tampoco el Partido Nacionalsocialista se afianzó desde una mayoría absoluta.
Weidel era una invitada predeterminada a la inauguración de Donald Trump, otro Demócrata hasta comienzos del milenio. Antes de soñar con la Casa Blanca, el megalómano magnate atesoraba en su despacho un libro con los discursos completos de Hitler, según reveló Vanity Fair. Ya presidente, alabó a los generales nazis.
Si piensan que la ultraderecha española tiene una relación esquizofrénica con Franco, les costará encuadrar psiquiátricamente el vínculo de la AfD con Hitler, otro tirano que no murió a manos de sus compatriotas. En cuanto al cordón umbilical sanitario, no cabe plantearse si se romperá, sino cuándo ocurrirá.
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