Opinión
La nueva vieja política global o…
El sentido del ridículo en este país siempre ha sido denostado por unas clases dominantes de puta pena

La Nueva vieja política global o... / .
… «Qui te duros fuma puros qui no en té fuma paper», que decía nuestro añorado avi, vecino de Josep Pla, el mismo autor que sostenía que en Francia cuando el consumo de whiskey desplazó seriamente el consumo de cognac los infartos empezaron a bajar considerablemente. El escritor lo tenía como un dato casi científico y que se repite un par de veces en su obra completa con la descripción de este anecdótico dato. También en Notes per a Sílvia, el relato de su infarto vivido y superado despertó gran curiosidad en la comunidad médica, segmento social donde siempre contó con muchos lectores.
Igual de anecdótico por lo ridículo era el autoproclamado volterianismo de Lorenzo Villalonga que no era santo de devoción para el ampurdanés universal, escritor falangista que ciertamente era más cercano al cejas juntas de Fernando VII que a cualquier afrancesamiento real. El sentido del ridículo en este país siempre ha sido denostado por unas clases dominantes de puta pena. No olviden que Voltaire terminó siendo un hombre perseguido por la policía, calumniado y difamado hasta un final sin patria, odiado a muerte, y que morirá en el exilio. Hacerlo en esas condiciones no tiene nada en común con los inicios villalonguianos de apuntar con el dedo a los autores de más talento que él por envidia o por ideología. Ejemplo Miquel Àngel Colomar, que en los cincuenta Eugeni d’Ors, al llegar al aeropuerto, quiso ir a encontrar y halló repartiendo cajas de leche; uno de los mejores críticos de arte del país totalmente depurado y vigilado. Demasiados intelectuales se las han dado de volterianos mientras confraternizaban con el poder.
Pla ironizaba que no había valido la pena la escuela volteriana si era dirigida por un bodeguero de los más ricos mecenas de la presunta prensa radical. Controlar a los informadores no es un invento nuevo. No podía consentir que el «rey del cognac» dirigiese la falsa independencia de los escritores del momento. Le gustaba De la Fouchardière por ser, en sus palabras, uno de los mejores articulistas de agradable volterianismo, pero cargaba contra los demás: «Si visqués Voltaire estaria molt poc satisfet dels seus deixebles actuals». El señor Hennessey, el del coñac, era el creditor de la prensa «radical», esa dinastía, esa compañía licorera que se había fundado cuando un irlandés Richard Hennessey había servido como mercenario a Luis XV y este le compensó con tierras en Cognac en 1765. Esa empresa hoy mantiene el nombre, creo que en la octava generación, fusionada con Möet Chandon, también ampliaría su dominio entrando en la firma Louis Vuitton uno de los negocios de lujo más grandes del mundo. Pero en sus inicios la prensa que patrocinaban era antimilitarista y pacifista algo muy normal, y al uso, en Francia. Hennessey entraría a formar parte del poder político habiendo encarnado a la prensa «más rebelde» con su «desinteresada» financiación y control de columnistas.
Hoy que los parlamentos vuelven a perder su función y quedan inhabilitados es curiosa la reacción ante algo tan antiguo. Hitler ocupó los palomares de Bélgica en su ocupación, era la internet del momento. Yuval Noah Harari en su último libro Nexus analiza la evolución, desde la Edad de Piedra, del control de la información atendiendo a los desafíos más importantes en su eterno retorno. Los llamados oligarcas tecnológicos nada han inventado, ni ese macho no tan alfa se ha hecho a sí mismo, no suele haber tanto aspaviento y menos cuando ganas. Por la regla de tres planiana, el mismo Adam Smith también se avergonzaría de sus autoproclamados liberales en un contexto en el que a cada estúpida declaración de intenciones del nuevo ejecutivo las bolsas van cayendo en Europa. Los USA son un producto puro y genuinamente europeo. Llegará un momento en que los mercados y su realidad global van a frenar ese órdago y las interminables gesticulaciones que llevan la sucia mano del corazón al cielo al final la llevarán de los mismos al firmamento y sin cohetes. El negocio del sufrimiento ajeno va a continuar, estos días abundan reels que pretenden humor sobre la tragedia en el mar. El recuerdo de los días más duros de cole, cuando la dirección del mismo, un conocido fascista, encontraba interesantes trazos en las paredes con esa antigua y conocida regla de tres: «Botín es a botón como cojín es a X, me importan tres X que me pida la lección».
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