Opinión | Escrito sin red
La reacción asalta los cielos
Votan a Trump porque le ven como al único capaz de rebelarse contra los efectos de la inmigración ilegal y de la globalización asumidos como inevitables por los gobiernos occidentales

Donald Trump / .
La actualidad impone la reflexión sobre su significado. Trump desglosó las medidas con las que devolverá la grandeza a EE.UU. y dará paso a una era dorada que acabará con la decadencia de gobiernos anteriores. Entre ellas, las deportaciones a los inmigrantes ilegales, la apuesta energética por el subsuelo, el control del Canal de Panamá, los aranceles generalizados a la importación (25% para Canadá y México), la retirada del Acuerdo Climático de París, la revocación de la cultura Woke (existen para el gobierno dos géneros, masculino y femenino). Las fundamentó en un clásico reclamo del recto vivir: actuar con sentido común. Hacerlo no siempre es fácil, especialmente en la vertiente moral, exige un alto grado de conocimiento de la realidad y de la naturaleza humana para desentrañar qué es lo lógico y esperable en cada momento. Sobre esto no siempre existe acuerdo, especialmente en el espacio de lo moral y lo político, donde a menudo se dan visiones contrapuestas. Por ejemplo, hacia dónde se inclina la tensión entre dos valores como la igualdad y la libertad, la que da lugar a dos concepciones contrapuestas: la del pensamiento totalitario, a uno y otro extremo del arco político y la del pensamiento liberal.
Sánchez ya se ha posicionado frente a Trump presentándose como líder de la resistencia europea al tiempo que le felicita por su proclamación. Un difícil equilibrio el de soplar y sorber al mismo tiempo. No parece muy prudente la significación para el sector exportador de la economía española, muy vulnerable, como lo fue en 2017, a los aranceles del gobierno americano (maquinaria, vino, aceite de oliva, calzado). Y Trump, confuso o no, ya ha hablado de aranceles del 100% para los productos españoles. Situarse frente a Trump obliga a cotejar diferencias y similitudes. Ahí se aprecian bastantes de las últimas. Ambos pueden ser incluidos en el llamado populismo discursivo iliberal. Las fake news de Trump contra la prensa son equivalentes al fango y los bulos de Sánchez contra los medios de comunicación. La batalla contra los jueces del primero se parece mucho a la del segundo contra la justicia española que imputa a su mujer, su hermano, su partido y su fiscal general. Los dos concentran los poderes en su persona y colonizan las instituciones. Trump el Supremo y Sánchez el Constitucional. Con una diferencia, los jueces del Supremo estadounidense lo son de por vida, lo que les asegura su independencia; los del Constitucional dependen de Sánchez. Ambos han amnistiado o indultado a golpistas sediciosos, con otra diferencia, Trump contemplaba el indulto en su campaña electoral, Sánchez prometía en las suyas que ni indultaría ni amnistiaría, lo que acreditaría una conducta respetuosa con los usos democráticos del primero frente a los de Sánchez. Hay que recordar que Biden prometió que no indultaría jamás a su hijo, lo que incumplió a los pocos meses. Finalmente, otra diferencia a favor de Trump, arrolló en las elecciones mientras Sánchez las perdió y para acceder al poder rompió sus compromisos electorales y pactó con las fuerzas disolventes que quieren destruir España. Trump se alía con la tecnocasta. Sánchez también es la tecnocasta: despide y nombra personalmente a los directivos de las empresas tecnológicas privadas, como ha hecho con Telefónica, un poder que ha comprado con nuestro dinero, 2.300 millones de euros. Un cesarismo, como mínimo parejo al de Trump.
Sí, Trump es un nacionalista comprometido exclusivamente en la lucha contra el declive de EEUU, que plasma en su eslogan MAGA. Sí, es un aislacionista y un imperialista a la vez, aunque cueste entenderlo. Ha proclamado sin ambages su determinación de hacerse con el canal de Panamá, que dice estar bajo la influencia de China; también sus ambiciones expansionistas sobre Groenlandia y Canadá. Se adjudica el alto el fuego en Gaza y se apresta a forzar el final de la guerra en Ucrania. Zelenski se ha apresurado a asegurar que está listo para negociar la paz con Rusia, siempre que se garantice la seguridad a Ucrania, para lo que reclama la autonomía de Europa en defensa incrementando el presupuesto militar (España es el país de la OTAN con el menor porcentaje sobre el PIB, un 1,28%) y el despliegue de 200.000 soldados europeos en Ucrania hasta que sea posible su integración en la OTAN, vetada ahora mismo por EE.UU., Alemania, Eslovaquia y Hungría.
Sí, Trump es un machista irredento, un supremacista, un tipo desagradable. Me atrevería a afirmar que también lo es para muchos que le han votado. Entonces, ¿por qué le votan? Pues porque le ven como al único capaz de rebelarse contra los efectos de la inmigración ilegal y de la globalización asumidos como inevitables por los gobiernos occidentales. De hacer frente al sistema impuesto por la ideología Woke de las autoridades académicas de las universidades de la costa este, con el caos de los géneros en administraciones como el ejército. Al único capaz de frenar los contingentes de migrantes sin control que amenazan el estatus de los ya integrados. Al único capaz de defender los sectores industriales estadounidenses. El voto a Trump tiene la misma explicación que el voto a Meloni en Italia, a Le Pen en Francia y a AfD en Alamania. Si me apuran, el voto joven a Vox en España. Es el voto en contra del espectáculo de delincuentes presos masculinos, declarados mujeres, embarazando presas en cárceles de mujeres; de funcionarios y militares cambiando de sexo para obtener ventaja en ascensos y traslados; de oír a Errejón decir, a propósito de la denuncia de Mouliaá y de la ley del sólo sí es sí, que nadie usa en la intimidad esas estipulaciones legales. Es el voto en contra de la desigualdad de hombres y mujeres ante la ley. Es el voto en contra de la corrupción familiar y partidaria en el Gobierno. Es el voto en contra de poner al país en manos de los herederos de ETA y de los golpistas catalanes. Es el voto contra el autócrata Sánchez.
El historicismo hegeliano y marxista sustenta la idea del progreso. Es falsa. La historia se rige por el principio de acción y reacción. En ciclos que no son circulares, nunca se vuelve a un punto anterior, sino espirales. Nos movemos como la tierra en torno al sol a través del espacio-tiempo. Lo que vivimos ahora es la reacción a lo vigente desde 1991. Nadie, ni Trump, sabe cómo será el mundo de mañana.
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