Opinión | Tribuna

Divagaciones posnavideñas

Tardeo de Sant Sebastià en la plaza de Cort el sábado.

Tardeo de Sant Sebastià en la plaza de Cort el sábado. / Manu Mielniezuk

Puede que parezca algo fuera de lugar el hablar hoy de los efectos de la Navidad recién pasada, tendría su lógica: estamos a 20 de enero, día de Sant Sebastià, ya pasó Sant Antoni, y además, nos hallamos inmersos en la campaña de las rebajas de invierno. Hablar de la resaca navideña, aquella que debutó el 7 de enero, parece que ahora sea una reflexión desfasada pese a que sólo han transcurrido un par de semanas. El tiempo transita siempre de igual manera, la obviedad del «siempre» no necesita de más retórica, pero el cómo se suceden los eventos o la manera en la que se van comprimiendo las circunstancias en un determinado espacio de tiempo, hacen que perciba una duración más corta y de rápida resolución de todo lo que acaece.

En caso de haber escrito antes, la primera valoración que habría ofrecido sería alguna más o menos resultona sobre lo que han sido estos días, personalizando los topicazos como los del cuñao en la cena de Nochebuena, el empacho del día de Navidad, el cuelgue de Nochevieja debido al visionado del programa de humor popular de José Mota, artificialmente ensartado con un cameo de Martes y Trece y su mítico «¡…..jaté!» incluido, o también el disfraz lácteo de la Pedroche, por poner algunos ejemplos. Pero se han librado de la retahíla graciosilla más extensa. El retorno después de unos días de descanso, ha querido que sea precisamente hoy mi primera comunión con los leyentes, momento en el que ya han pasado esas fiestas patronales y la gran verbena de la compra rebajada sigue su curso. Parece como si se hubiera estirado un poco todo como un chicle desde el día de Reyes. Un indicador: algunas luces navideñas siguen puestas, al menos en Palma. Por eso, desde una elaboración mental subjetiva y ansiosa por visualizar un calendario con un 2025 en rojo y grande arriba de todo, con los meses dispuestos verticalmente uno detrás de otro a modo de calendario escolar, siempre sombreo a partir del 21, porque se me antoja que la resistencia o el pulso al año empiezan mañana.

Se habla a menudo del pulso por la agenda política en enero, pero haciendo un sencillo paralelismo se podría afirmar que en el interior de alguno de nosotros también exista otro igual pero por la agenda propia en estos nuevos doce meses venideros: una pugna interna para algunos o una sencilla ecuación para un afortunado y reducido grupo, eso de encajar con cierto arte lo personal (incluido el necesario «estar en Babia»), con lo familiar y lo laboral. Todo esto, pues, arrancaría mañana, que vendría a ser el inicio del año nuevo, «limpio de polvo y paja», como diría mi padre extrapolando su significado a un contexto cronológico. Puede que al 21 haya que bautizarlo con algún nombre, «Día de Año Nuevo Bis» o «Día de las divagaciones posnavideñas». Da igual. Seguramente mañana algunos empecemos a tomarnos más en serio un poco todo, como lo de cuidarse mediante el inicio de dieta o ejercicio, ya que hasta ayer encontramos la excusa de ses torrades. Lo pongo en plural por aquello de que entre cómplices parece que el delito se atenúe.

Hoy o mañana serían como un año nuevo a la palmesana, quizás en los pueblos haya sido el 17, y a partir de ahí se retomen las necesarias rutinas, atravesados todos por el frío y la humedad, observando siempre de reojo ese calendario para ir ordenándonos, fijando algunos objetivos y como ángeles redentores llenos de buenas intenciones, con plumas o sin ellas, salvar nuestra propia piel en este nuevo año que ya ha empezado y nos aguarda aún aséptico.

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