Opinión

El hortera moral

El hortera moral

El hortera moral / .

No hace mucho en un «evento», (palabra bastante hortera) al que asistió un grupo destacado y variopinto de gente, estuvieron fijándose en algunos de los invitados, lo cual dio lugar a que hicieran comentarios, no malintencionados ni hirientes, solo divertidos, sobre el comportamiento, forma de vestir, de comer, de beber, de gesticular e incluso de hablar de la gente, inevitablemente salió a relucir el vocablo «hortera». Vaya por delante, quede constancia, de que yo, simple observador y relator de la vida, no entré en descalificación alguna ni en el tema, es más, solamente quise decir que afortunadamente en la humanidad hay de todo, si todos fuéramos iguales la vida sería muy aburrida. La Real Academia define la palabra hortera, -de etimología incierta-, como un adjetivo sustantivo aplicable a una persona ordinaria y de mal gusto. En inglés se llama a los horteras, «gaudy, naff», en Inglaterra, por supuesto, también hay horteras y seguramente muchos. La definición de hortera suele tener en Europa una connotación estética, de modales, de formas, de colores, hemos llegado a una estetificación generalizada, no ocurre lo mismo en América, en Norteamérica donde eso del horterismo es un asunto superlativo, exagerado, el ser hortera es una categoría del individuo, no una valoración estética. El juicio estético sobre si algo es bello o no, debería abarcar también otra apreciación, una reflexión moral, sobre si es bueno o malo, sin embargo, en esto la sociedad no tiene mayor interés, ya se está apuntando, en determinados estudios sociológicos, que primar valores morales sobre cualquier cuestión podría considerarse un lastre para el progreso, ¡preocupante! y, si eso fuese así, se dejaría en manos de expertos del gusto, del equilibrio estético, de las maneras, la configuración del comportamiento. Los comentarios a los que me refería al principio no iban por aquí, sino que insistían en la forma de vestir; recordaron los vaqueros acampanados, los zapatos de color beige, o de rejilla, combinados con pantalones azules, da igual que el azul sea marino o celeste, camisa oscura y corbata amarilla, la forma moverse, de gesticular, el esfuerzo en ser percibido y admirado, el querer y no poder. La elegancia no es una cuestión de dinero. Por cierto, los veranos son en general más propicios y propios para el hortera, los calores son, por esencia, más ordinarios que los inviernos, recuerden el pantalón corto con zapatos y calcetines, sin embargo, el invierno lo cubre casi todo, afortunadamente. El mal gusto circula libremente entre los horteras y los cursis, no obstante, coincido con mi querida amiga Agatha Ruiz de la Prada cuando dice que calificar a alguien de hortera, no nos confundamos, no debe de considerarse un insulto sino un hecho, es como decir que alguien es bajo o alto.

Una vez sentado por mi parte que la humanidad es como es, gracias a Dios, me esforcé en entrar en lo que si me interesaba de esta conversación, en la idea del «hortera moral», concepto, todavía hoy, no suficientemente desarrollado por sociólogos y psicólogos pero creo que deberían de hacerlo, para que se pudiera, entre otras razones, conocer el peligro que tienen estos sujetos. Juan Antoni Marina critica la tendencia actual de calificar a las personas bajo normas estéticas, sin entrar en el fondo de cuestiones morales. La sociedad moderna prioriza la imagen y su conformidad con lo social sin entrar en otras consideraciones. En mi opinión, el «hortera moral» suele ser un tipo pretencioso, sin valores ni principios, cuya forma de actuar refleja vacuidad, pretende aparentar ser superior cuando en realidad muestra una falta de autenticidad, es un tipo egoísta que procura imponer una visión rígida de lo correcto, suele considerarse así mismo como paladín de la ética y de la rectitud para poder juzgar a los demás con aires de prepotencia, marca distancias para imponer un estatus de autoridad. Herbert Marcuse, filosofo, (Berlin 1.898-1979), autor de, El hombre unidimensional, dice que hay quien prioriza lo aparente sobre lo sustancial y, este, en mi opinión es uno de los peligros de este tipo de hortera que acaba siendo un personaje «tóxico», carente de comprensión y humildad, que busca imponer sus reglas simplistas, quiere demostrar que está por encima de los otros, si bien en el fondo no hace mas que reflejar inseguridad, y necesidad de reconocimiento, se prodiga como defensor de virtudes en los demás…, pero su fingida moral según apunta Albert Kriekemans, (filósofo y sociólogo belga), consiste en priorizar lo aparente sobre lo sustancial, «una moral exclusivamente superficial».

El hortera ordinario puede ser visto con comprensión o incluso con algo de simpatía porque su comportamiento, su destino, suele ser fruto de su falta de cultura, de su deseo de encajar en ciertos círculos sociales y, no suele tener malicia, sin embargo, el hortera moral pretende imponerse, su actitud es arrogante, excluyente, intolerante y dañina, el hortera común no es fuente de incomodidad, pero el hortera moral es siempre un tipo fastidioso.

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