Opinión | Entrebancs
El turismo que viene
Vienen tiempos de menos «turismo de masas» y más turismo de experiencias, incluida la de sol y playa, por supuesto

Turistas en Mallorca
Vivimos tiempos complejos que, sin duda, están afectando muchísimo a nuestra economía. 2025 se califica como un año de grandes desafíos, hacia un nuevo orden mundial. El retorno de Trump a la Casa Blanca y los movimientos de China y Rusia auguran un cambio de paradigma que erosiona el multilateralismo, y amenaza la democracia, el comercio y la lucha contra el calentamiento/cambio climático. Tales cambios pueden afectar directamente a la Unión Europea desde la perspectiva política, económica y social.
España a pesar de sus perspectivas económicas puede verse afectada por tales indicadores, y nuestra comunidad de rebote también. Según datos de la OCDE, Balears registra la mayor caída de riqueza de España en la última década. Se centra en macrodatos económicos y también en la actividad turística. Nuestro turismo intenta alcanzar una actividad más habitual, que sigue mostrándose llena de dificultades, a pesar de conseguir una recuperación evidente. Pero la pregunta clave es si «el turismo que viene» ha de seguir el sendero de los últimos años, o debe cambiar el enfoque hacia la tan nombrada «sostenibilidad».
¿Vamos a seguir valorando las temporadas turísticas por los millones de turistas y de estancias al año? ¿Necesitamos además que estos indicadores deban crecer año tras año para sentirnos satisfechos? ¿Por qué algunos le llaman «sostenibilidad» cuando quieren decir «rentabilidad»? Las respuestas a tales interrogantes se basan en unas reflexiones de Alfonso Rodríguez siendo alcalde de Calviá y actualmente delegado del Gobierno.
Hoy deberíamos ir asimilando que no será la cantidad, la rentabilidad a corto plazo gracias al volumen de pernoctaciones, lo que marcará el éxito de nuestras temporadas futuras; sino la competitividad a medio plazo ligada a una calidad de la oferta y de los servicios, y a una triple sostenibilidad: medioambiental, económica y social. Llega un turismo de menos turoperación y paquete vacacional clásico, de más reserva directa y diseño personalizado. El éxito no podrá depender sólo de alcanzar ocupaciones casi absolutas, sino de la satisfacción de un cliente que ha encontrado el bienestar que buscaba, y se fideliza, y se convierte en la mejor promoción con sus comentarios.
Vienen tiempos de menos «turismo de masas» y más turismo de experiencias, incluida la de sol y playa, por supuesto. Pero menos volumen, para mayor seguridad y disfrute, y menos producto estándar y más experiencias originales y autóctonas. ¿Puede un destino diferenciarse desde la globalización de entornos con los mismos comercios y las mismas cadenas de cafeterías y restaurantes? ¿O el éxito vendrá desde la singularidad de lo propio, lo autóctono, lo original? Debemos ofrecer desde nuestro paisaje y entornos naturales: playas, calas, interior y montañas, pero también desde nuestra manera de ser y vivir, nuestra cultura, tradición y gastronomía. Ser auténticos para ser distintos. En definitiva, ofrecer lugares que ofrezcan la experiencia que el turista busca y que le ha de colmar la expectativa que le movió a viajar aquí.
Proteger el entorno natural es sin duda la clave de bóveda de nuestro futuro, y nuestra responsabilidad generacional. Reducir el consumo de recursos naturales y producir menos residuos no es ya un objetivo, es una obligación, como lo es actuar de forma urgente para paliar los efectos del cambio climático. Y la industria turística ha de mostrarse decidida e inflexible. En ella va su supervivencia. Debería ocuparnos y preocuparnos el comentario de la prestigiosa guía Fodor’s que desaconseja viajar a Mallorca por la saturación.
La sostenibilidad, además de ambiental y económica, debe ser social. Y eso implica un retorno en creación de empleo digno, en una apuesta que acoge a la industria y con ello, repartir los beneficios que produce. Si no genera cohesión social en su entorno, la actividad turística tendrá un futuro limitado, pues expulsará a los residentes de sus zonas y éstas se irán degradando. No cabe pues hablar de recuperación sin que el empleo se recupere, ni de ofrecer calidad sin que la genere en las condiciones de vida de sus trabajadores, quienes por supuesto, deben encontrar una vivienda digna.
Mi próxima colaboración estará dedicada a los indicadores de cohesión social que deben basarse en tres principios básicos: la autonomía y la libertad del individuo y la solidaridad participativa.
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