Opinión

¿La Supercopa de España o humillación y peligro en Arabia?

¿La Supercopa de España o humillación y peligro en Arabia?

¿La Supercopa de España o humillación y peligro en Arabia? / .

Estuve en Yeda, y he sido testigo directo de lo sucedido allí durante estos días pasados. Fui uno de los agraciados en el sorteo que el RCD Mallorca efectuó entre su afición. En un principio tuve mis dudas a la hora de hacer tan largo viaje únicamente para ver un partido de fútbol. Me frenaban el motivo y las características del país anfitrión, Arabia Saudí; pero la ilusión de mi hijo, que me acompañó en esta aventura, era tal que todas esas dudas se desvanecieron rápidamente.

Nada más llegar ya tuvimos un aviso de lo que iba a ser aquella pequeña odisea. Mi hijo Pere y yo fuimos dos de las aproximadamente veinte personas afectadas por la cancelación de las habitaciones del hotel que habíamos reservado. El recepcionista ni se inmutó; únicamente alegó que habíamos llegado demasiado tarde (eran más o menos las 12 de la noche, hora local) y que como había overbooking decidió cancelar las reservas sin previo aviso. Nos tocó buscarnos la vida en una ciudad que desconocíamos por completo, con la ayuda de algunas agencias de viaje y la implicación del club mallorquinista, todo sea dicho. Al final encontramos un hotel muy alejado del centro, a más de 20 quilómetros de donde se encontraba hospedado el Club y buena parte de los aficionados que viajaron hasta Yeda para ver esa semifinal de la Supercopa de España.

Mi hijo había comprado entradas para ver la otra semifinal, Barcelona-Athletic de Bilbao, que se saldó con una cómoda victoria de los azulgranas. Lo que vimos en el estadio ya era algo así como un aperitivo de lo que íbamos a vivir en el partido del Real Madrid contra el Mallorca, al menos en lo que concierne a lo estrictamente deportivo. La immensa mayoría de seguidores, por no decir todos, eran árabes -hombres- que conocían al dedillo las consignas de rigor: “¡Visca el Barça!”, “¡Yamin Lamal!”, “¡Pedri!”.... Entonces me pregunté qué sentido tiene organizar una competición que lleva por título el nombre de España en un país extranjero, sin que las aficiones de los clubes implicados puedan participar presencialmente en ese esperpéntico evento debido al alto coste que todo ello conlleva: vuelos, hoteles, transporte, comidas, entradas al estadio...

Pero lo peor estaba por llegar. Sólo los que lo vivimos, especialmente las mujeres, sabemos lo que sentimos en los instantes posteriores a la finalización del partido en que jugó el Mallorca. Aún ahora me tiemblan las piernas cuando lo recuerdo: una turba de seguidores árabes del Real Madrid -y no estoy haciendo antimadridismo, que fue justo vencedor de la contienda- se abalanzó sobre la pequeña y discreta afición mallorquina, sin ningún tipo de medida de seguridad y a merced de lo que, sin miedo a exagerar, pudo acabar siendo una tragedia. Suerte que perdimos, no me quiero ni imaginar lo que hubiera sucedido en caso de que hubiéramos ganado... La peor parte, insisto, se la llevaron las mujeres: asedio constante, tocamientos, fotos y vídeos a mansalva y sin ningún pudor, a modo de befa y escarnio por la derrota, todo ello sin protección y/o indicación prudente alguna a la hora de evacuar el estadio.

Es una vergüenza que una competición organitzada por la RFEF, un organismo federativo español -o sea, de un país democrático- se organize en un país de estas características. No puede ser que el vil metal prevalga absolutamente sobre todo, especialmente cuando ese todo abarca los derechos humanos más elementales. En Yeda estaban asimismo representantes de las administraciones de nuestra Comunidad Autónoma, el alcalde de Palma, el conseller de Turismo y un representate del Consell de Mallorca, además de los directivos del Club. Sus declaraciones han sido acertadas a la hora de denunciar lo allí sucedido, pero creo que se debería ir más allá: hay que poner esos hechos en conocimiento de la embajada o el consulado de Arabia Saudí, denunciarlos con contundencia, no basta con las palabras de rigor ante las cámaras. Y hay que sacar los colores a la RFEF, si es necesario, no se puede tragar ante tamaño abuso e ignominia.

“A menudo los hijos se nos parecen”, dice el comienzo de la letra de una conocida canción de J.M. Serrat. No hay mal que por bien no venga, y de todo lo vivido me quedo con la tremenda lección que me dio mi hijo a la hora de denunciar todos estos hechos - especialmente los concernientes al asedio que sufrieron las mujeres de la expedición mallorquinista - ante diversos medios de comunicación locales y nacionales. No se mordió la lengua, y eso me enorgulleció hasta el punto de que afloraran en mi rostro algunas lágrimas íntimas de gratitud que paliaron de alguna manera todo lo vivido en esa pequeña pesadilla saudí.

Y solo un apunte más, en lo meramente deportivo. A la finalización del encuentro, algunos jugadores del Mallorca, solo algunos, se acercaron hasta la “pastilla” en que nos encontrábamos la afición para agradecer nuestro apoyo. Éramos apenas 100 personas, tal vez algunas más, pero creo que el esfuerzo y los sinsabores de esa afición merecían que todo el equipo, junto con su entrenador al frente, manifestaran cordialmente ese apoyo. Hubiera sido todo un detalle, y en aquel momento lo necesitábamos.  

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