Opinión | Entrebancs

La política y la partitocracia

La política se enfrenta a una serie de desafíos en el mundo actual, como la creciente desigualdad social, la corrupción, la apatía política, el auge del populismo, la globalización, el aumento del poder de las redes sociales, el uso de la inteligencia artificial y la demanda de una mayor transparencia y rendición de cuentas.

Sin embargo, en el debate político actual, la distinción entre democracia y partitocracia cobra especial relevancia. En esencia, la democracia es un sistema de gobierno en el que el poder reside en el pueblo y se basa en la soberanía popular, en la participación ciudadana, en las elecciones libres y justas, en un Estado de Derecho y en la protección de los derechos humanos. A su vez, la partitocracia consiste en un sistema en el que los partidos ejercen un control dominante sobre el proceso político: se caracteriza por la hegemonía de los partidos, un poder concentrado en las élites, debilitamiento de las instituciones, priorización de los intereses partidistas y una considerable limitación de la participación ciudadana. En una democracia, los partidos políticos son herramientas que permiten al pueblo participar en la vida política, mientras que en una partitocracia los partidos se convierten en actores principales del sistema político, con un poder excesivo sobre el pueblo y las instituciones.

En un sistema como el nuestro los políticos son elegidos por los ciudadanos, a través de los partidos para representarlos y defender sus intereses en tres marcos: el estatal, el autonómico y el municipal. Esto significa que deben rendir cuentas a sus electores y actuar de acuerdo con la voluntad del pueblo. Sin embargo, en la práctica, los políticos no siempre actúan por el mejor interés de la ciudadanía, sino que persiguen sus propios intereses o los de grupos poderosos.

En el contexto político europeo, incluida España, la partitocracia es una realidad donde los políticos representan a los intereses de su partido y priorizan la agenda del mismo sobre las necesidades de los electores. En estas líneas voy a referirme únicamente al nivel estatal por ser el más complejo. En el Parlamento hay mayoría absoluta progresista liderada por los socialistas; como consecuencia, la misma mayoría conforma el Poder Ejecutivo a través de un Gobierno de Coalición presidido por Pedro Sánchez (PSOE), centrado principalmente en la gestión socioeconómica.

Mientras la oposición, con mayoría absoluta en el Senado, está formada por PP/Vox y está liderada por Núñez Feijóo (PP). Los populares han desplegado una estrategia de ruido y furia contra Pedro Sánchez y el sanchismo, primero contra la amnistía, después contra los casos de posible corrupción. Feijóo advierte que 2025 será intenso, no descarta elecciones generales, ni tampoco en algunas autonomías. En un parlamento partitocrático, los representantes obedecen las órdenes de los líderes de sus partidos y se limitan a aplaudir a los suyos y a abuchear a los contrarios, como si fueran espectadores de un programa televisivo. Intentar convencer y llegar a acuerdos mediante el intercambio de opiniones y razonamientos es una imagen casi insólita.

La política es esencial para el funcionamiento de cualquier sociedad moderna, dado que comprende el conjunto de toma de decisiones que afecta a todas las comunidades. A través de la participación política, los individuos y los grupos podemos influir en el curso de nuestro propio destino y contribuir a la consecución de una sociedad más justa y equitativa. La política está presente en todos los aspectos de la vida social, desde la forma en la que se organizan nuestras comunidades hasta el modo en el que interactuamos con el mundo que nos rodea. El proceso político es complejo y dinámico, está vivo, y evoluciona a medida que las sociedades cambian y surgen nuevos desafíos.

En definitiva: Política, sí. Partitocracia, no.

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