Opinión | DESDE EL SIGLO XX
‘Cónclave’, la película que desquicia a la carcundia hispana católica
Truena la proclama integrista: el «Santiago y cierra España», resuena enarbolado por los irredentos de ayer, hoy y mañana, que atisban ataque desaforado contra la Iglesia católica en la película ‘Cónclave’, ahí es nada

Ralph Fiennes en 'Cónclave'. / DM
No he tardado ni un segundo en ir a ver (a una de mis dos salas de toda la vida, las únicas que aguantan en el perímetro aceptable de Palma) Cónclave. Es una película de Edward Berger (Oscar en su carrera por Sin novedad en el frente, con la Primera Guerra Mundial de por medio) con un hierático Ralph Fiennes, que parece encaminarse hacia el Oscar al mejor actor. Está basada en la novela del mismo nombre escrita por alguien que conoce el mórbido ambiente que se vive en los recovecos de los palacios apostólicos del Vaticano, Robert Harris. La leí con gusto, de un tirón. Financial Times dice de la novela que explora el poder, la gloria y las argucias del proceso de elección de un nuevo papa. Y así es, Cónclave, la película, se mantiene fiel a Cónclave, la novela, con alguna que otra licencia; tal vez, el desenlace resulte menos sofisticado que en el texto, donde Harris maneja con pericia el chasco mayúsculo que amenaza con resquebrajar las columnas del Templo de Salomón católico.
A lo que nos ocupa, el aguerrido catolicismo hispano, de siempre mucho más papista que el papa, ha desatado su furia contra lo que considera ataque frontal a la Iglesia católica, un peldaño más en la escalera que conduce a su demolición. En los digitales de la extrema derecha se leen cosas inverosímiles, como las de que el mensaje que insidiosamente destila es el de la concepción luterana del cristianismo. Zarandajas por el estilo abundan por dquier. Sucede que los cónclaves de la Iglesia católica han sido siempre nido de víboras, cosa sabida salvo para los ciegos y sordos vocacionales. Disponemos de la autobiografía de un pontífice romano, Eneas Silvio Piccolomini, Pío II, papa entre los años 1458 y 1464, contemporáneo de la época del conocido como Cisma de Occidente, del que fue protagonista, con papas por doquier peleándose sin darse cuartel. Pío II detalla, sin pararse en barras, las interioridades del cónclave en el que salió elegido, refiere el episodio que dio al traste con las aspiraciones del cardenal francés de Rouen: conspiraba en las letrinas (en ellas se sodomizaba en los tiempos muertos del cónclave), adecuado lugar para recibir la iluminación del Espíritu Santo. Piccolomini no se ahorra episodio de las intrigas, cambalaches, habidas en aquel cónclave. Allí jugó un papel importante Rodrigo de Borja,sobrino de Alejandro VI. Suficiente. Faltaban décadas para que Lutero inicias la Reforma Protestante, tan fallida como lo han sido las católicas. Una recomendación, lean los recientes ensayos sobre la subordinación de Pío XII a las políticas genocidas de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, ejemplo descomunal de cómo se ha desenvuelto la Santa Sede en los tiempos modernos.
Con Cónclave nos adentramos en las interioridades de la elección del pontífice, cargo para el que pugnan un africano y un anglosajón, ambos con pesadas mochilas a cuestas, bajo la mirada del camarlengo, el cardenal encargado de gestinar los asuntos ordinarios durante el período de sede vacante y hacer que el colegio cardenalicio cumplan con lo dispuesto en la Constitución Apostólica para proceder a la elección del papa. Ralph Fiennes da vida al personaje, y a fe que lo borda. Sabe de qué va la cosa: urde intrigas y aborta otras. Por cierto, el papel subordinado de la mujer en la Iglesia católica queda plasmado en las monjas que cuidan de los cardenales. También eso ha cabreado a la carcundia, que ve despropósito en lo que es realidad incontestable: la mujer no pinta nada en la Iglesia católica, al no poder acceder al sacerdocio es un cero a la izquierda, por mucha Teresa de Jesús que saquen a relucir. Molesta. Es lo que hay.
Vean Cónclave, lean la novela. Ilustran; además, el desenlace, por estrambótico que parezca, en los tiempos que corren no lo descartemos. La iluminación del Espíritu Santo da para mucho más.
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