Opinión | Tribuna

Estrenar el mundo

Puede que al principio, para nosotros y sólo después de la Naturaleza –por cierto, ¿a qué llamamos eso hoy, en realidad?- fuera el Verbo. Y luego la canción, el himno, el cuento y, más tarde, la Literatura. Aquel sirvió para dar nombre a las cosas. Lo cantó Bob Dylan en su Slow Train Coming: «Man gave names to all the animals, in the beginning, in the beginning...». Wislawa Szymborska señala en El silencio de las plantas la falla insalvable que existe entre nosotros y la Naturaleza, precisamente a cuenta de la palabra, algo estrictamente humano (por ahora): «Tengo nombres para vosotras:/ arce, cardo, narciso, brezo,/ enebro, muérdago, nomeolvides,/ y vosotras no tenéis ninguno para mí». No me atrevo en este caso a escribirlo en su lengua. Sí lo haré con este fragmento de Pilar Junco en la de Astúries: «Si amiro pa baxu, el mofu suavin júndese al pisalu, las jueyas cadías ruxen contra las madreñas..., jueyas llargas de castañar, jueyas reconcomiadas de robre, jueyinas chicas d’ancina, o reondinas de alisal...». ¡Cuánta sugerencia! Hay más.

Álvaro Cunqueiro escribió en lengua gallega: «Eu mesmo faguía os camiños que me levaban/ lonxe, mais aló dos bosques,/por la beira do mar, polo mar mesmo». Joxean Artze escribió en euskera un enternecedor poema titulado Txoria Txori (Pájaro, pajarito) con este final: «eta nik…/txoria nuen maite (Y yo,/ yo lo que amaba era el pájaro)». El mallorquín Llorenç Riber escribió en La minyonia d’un infant orat (La infancia de un niño salvaje): «Com aquell que entra dins un temple, jo entrava en el fosc alzinar poblat de paüra religiosa». Para él, el encinar de Lluc, en plena sierra de Tramuntana de Mallorca, era un templo.

No cabe ahora venerar la Naturaleza –el bosque, el petirrojo, la yedra, el musgo, el sapillo, el bogavante, la araña, el prado, el lobo, el virus, la charca, el halcón, la nava, la roca, la lluvia, el viento...-; tal vez sí cabe todavía admirarla como nos enseñó Miguel Delibes con palabras de Lorenzo, el cazador: «Salir al campo a las seis de la mañana en un día de agosto no puede compararse con nada. Huelen los pinos y parece que uno estuviera estrenando el mundo». ¡Nada menos!

Palabras, canciones, poemas, relatos, novelas... ¡Cómo necesitamos todo eso! Y cómo necesitamos mucho de lo que las palabras indican, especialmente aquello que, complejo, múltiple, dinámico y diverso, forma la Naturaleza, de la que formamos parte los seres humanos. Es un tòpico lamentarse de cuanto vocabulario hemos perdido a medida que nos hemos distanciado de lo natural, y de lo rural. Hemos ganado sin duda otros vocabularios. Las lenguas se adaptan, se expanden, se pierden, se ocultan o se minorizan. Vuelvo a Delibes, a su discurso de ingreso en la Academia: «la destrucción de la Naturaleza no es solamente física, sino una destrucción de su significado para el hombre... y el paisaje en que transcurre su vida, lleno de referencias personales y de su comunidad, es convertido en un paisaje impersonalizado e insignificante». Y en fuente sólo de recursos, añadiríamos, y en àmbito de deposición de residuos, cuando debiera ser fuente también de emociones, de lecciones y, quizá, de consuelos.

El escritor mallorquín Gabriel Janer Manila expresó algo así en su momento: «altre temps no hi havia arbres, perquè hi havia alzines, i pins, i ametllers, i pollancres... No hi havia ocells, perquè hi havia pinçans, i oronetes, i falziots, i trencapinyons, i caderneres... La vida dels homes creixia en contacte absolut amb el propi medi i cada cosa tenia el seu nom». Ese contacto, ¿se ha perdido?. ¿Es recuperable? Pido disculpas por tanta erudición pedante.

Iniciativa Natura pretende reunir a quienes son conscientes de la pérdida de significados esenciales de la Naturaleza y de los nombres que nos permiten conocerlos. Sin duda hay ahora otros nombres en las mesas de debate sobre las evidentes y agobiantes crisis ambientales, y bien está, porque tal vez sean nombres más operativos. Entristece reconocer, sin embargo, que es muy difícil para el ruiseñor –otro tópico- competir en estas mesas con expresiones del tipo «partes por millón». Puede que desde Iniciativa Natura queramos recordar a la sociedad que es el canto del pájaro, oído en el bosque, en el monte o en la ribera, lo que realmente nos conmueve y aún nos permite estrenar el mundo.

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