Opinión
Cabalgando en la locura
El fenómeno no es nuevo. Esa mezcla de temor y fascinación que provocan ciertos forajidos. Ahí está el mito de Robin Hood o el más cercano del bandolerismo. Idealizados por el Romanticismo, los bandoleros se auparon en el imaginario popular como los justicieros que se rebelaban contra la opresión. La realidad era bastante más prosaica, pero, reconozcámoslo, los que sufren suelen celebrar las desgracias de quiénes les provocan el sufrimiento.
Esto viene a cuento de Luigi Mangione, el asesino del director ejecutivo de UnitedHealthcare, una aseguradora que acumula una larga lista de acusaciones por corrupción y negligencia. La historia ya huele a serie. El protagonista: un joven de familia adinerada, de brillante currículo académico, lector voraz y con buenas relaciones sociales y familiares. Quienes le conocen se deshacen en elogios, también hablan de una lesión de espalda y de un dolor insoportable. Todo se truncó hace seis meses, cuando Mangione desapareció del radar de sus allegados, ahí parece que empezó su particular batalla contra las aseguradoras.
La figura de Mangione no deja de crecer. Porque son millones los estadounidenses que cada vez pagan más por su seguro médico y que, cuando lo necesitan, descubren que no reciben el tratamiento necesario o que no tienen cubierto el gasto total de la factura. Su salud en manos de usureros que se lucran con su sufrimiento. En las redes, la exaltación llega a comparar Mangione con el Che Guevara. Las idealizaciones románticas también incluyen baños de sangre.
Es evidente, no se puede celebrar el asesinato, pero sí contextualizar. El autoritarismo avanza con paso firme en todo el mundo. Líderes delirantes como Trump o ávidos criminales como Putin o Netanyahu se burlan con ostentación de los derechos humanos y de la democracia. Se cometen las barbaries más terribles ante la impotencia o el interés de la llamada comunidad internacional. Ahí tenemos a las decenas de miles de palestinos asesinados. Triunfa la mentira y el cinismo. La confianza en el sistema se resquebraja, mientras reina la crispación y la radicalización. «El pueblo salva al pueblo», dicen los que han perdido la fe en las instituciones o los que alientan el descrédito. Y en el escenario irrumpen los tres tiros de Mangione.
Cuando se hizo pública la identidad del asesino, una profesora de la universidad en la que estudió Mangione publicó: «Nunca me he sentido más orgullosa de ser profesora en la Universidad de Pensilvania» y añadió un montaje al ritmo de la canción Do you hear the people sing?, del musical Los Miserables: «¿Escuchas a la gente cantar? ¿Cantando una canción de hombres enojados? Esa es la música de la gente. Quienes no volverán a ser esclavos», dice un fragmento de la icónica canción, erigida en himno de resistencia y liberación. La profesora se retractó, pero el eco queda ahí. Si el poder enseña que la vida de algunos no vale nada, siempre hay quién aprende la lección. No es nada nuevo, aunque suele pillar por sorpresa. No se puede pedir orden cuando se cabalga en la locura.
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