Opinión | Tribuna
Personas singulares: Demetrio Peña
Es propio de nuestra cultura que al fallecer recordemos más a las personas que dejan huella, por su forma de ser, por sus acciones, por sus pensamientos que causan un impacto social, cultural, investigador, o que, por cualquier otra faceta, marcan una época.
Ante una sociedad como la actual, fragmentada y tan partidaria de los cordones sanitarios a los que no piensan como uno mismo, es importante recordar que, en el principio de nuestra democracia, había comunicación entre todos, y como ejemplo de ello quiero recordar a Demetrio Peña.
En 1977, aprovechando una ley de Asociaciones, funda, con un grupo de allegados a él, PIMEM (siglas de «Petita i Mitjana Empresa de Mallorca»). En mi opinión, fue su forma de crear instituciones para consolidar la democracia, con aquello que en un futuro se afianzaría como «agentes económico sociales», pero sin duda su creatividad e iniciativa ya se puso de manifiesto entonces de forma adelantada a lo que pensaban los propietarios de microempresas en aquel momento.
Con el tiempo, la patronal impulsada por él creció en instalaciones, servicios y afiliados, convirtiéndose en una federación de asociaciones que hoy perdura con éxito y cumple su misión en la sociedad mallorquina.
Sus primeras defensas públicas fuera del campo empresarial fueron a finales de los setenta, con su activismo en contra de que los terrenos que quedaban entre la recién creada autopista de Llevant y la muralla se convirtieran en un parking. Defendía la postura de «Parc Sí, Parking No» que muchos ciudadanos proclamaban con manifestaciones en la recién estrenada democracia, y que finalmente culminó con el actual Parc de la Mar inaugurado en 1983, obra de tres arquitectos mallorquines: Ángel Morado, Pere Nicolau y Emilio Nadal.
En su propia empresa, también se adelanta al tiempo, y evoluciona de un comercio de electrodomésticos, a uno especializado en la venta prácticamente de un único producto, aprovechando el boom de la televisión de color, y denominado «La Bolsa del Televisor». Décadas después, se generalizó como necesidad de futuro del comercio tradicional.
Su actividad destacó más en la defensa de facetas públicas, que en su propio negocio, que se sustentaba con el trabajo de su mujer.
En PIMEM, cuando los empresarios estaban centrados en la parte económica, él asume intuitivamente lo que muchos años después se ha llamado Responsabilidad Social Corporativa, y juntamente con Cáritas, se crea la Fundación Deixalles, que perdura ya de forma independiente con una inmensa labor social.
Ya en los años 90, con la llegada de unos grandes almacenes, se produce un cierre patronal de gran parte del comercio como elemento de protesta contra lo que suponía una fortísima competencia basada en una reforma del urbanismo de la ciudad.
Pero la virtud suya, es que todas las discrepancias no le impedían negociar y llegar a acuerdos, con el Govern, Consell y ayuntamientos para sacar adelante moratorias, ayudas o planes sectoriales para el comercio.
También con los sindicatos, mantenía una relación fluida.
Como decía al principio, su ejemplo es muy diferente a la sociedad que algunos propugnan hoy de barreras, cordones, y falta de diálogo y negociación.
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