Opinión | Análisis

Del machismo también se sale

Una pancarta en la Manifestación del 25N en Palma convocada por el Moviment Feminista de Mallorca

Una pancarta en la Manifestación del 25N en Palma convocada por el Moviment Feminista de Mallorca

Yo soy machista. Es difícil no serlo cuando creces en un país que normaliza a las mamachichos, a Jesús Gil en el jacuzzi, el escote de Pamela Anderson salvando vidas, los chistes de Arévalo y Shin-Chan a la hora de comer. Cuando en el instituto la chica que más ligaba era una guarra y el chico, un campeón. Cuando los asesinatos machistas eran pasionales, porque ella algo habrá hecho, y a la mujer la violaban, claro, porque iba provocando con esa minifalda. Sus madres, que las visten como putas. «Solo quiero matarla a punta de navaja besándola una vez más», cantaba Loquillo.

No hay coartadas que valgan, porque al final somos fruto de nosotros mismos. La pelea feminista nos ha puesto a los hombres frente a un espejo. Salimos muy feos y cuesta reconocernos. Pero somos nosotros. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Porque del machismo también se sale. Sí, se puede.

Hemos avanzado más de lo previsto pero menos de lo deseable. Ya no hay mamachichos, pero quedan demasiados mamarrachos. Un tiktoker con treinta millones de seguidores, treinta, se pavonea sin pudor de quitarse el condón sin advertir a sus parejas. Jesús Gil se ha reencarnado en consejero autonómico de Vox, con la bendición de un PP que coloca a agresores sexuales por la puerta de detrás mientras reza para que no se entere un periodista. Maluma canta: «Estoy enamorado de cuatro babys. Chingan cuando yo les digo. Ninguna pone pero». Y Shin-Chan es ahora un destacado miembro de la izquierda que solo admite contradicciones entre el personaje y la persona pero de las víctimas ni mú. Pobrecito.

La ola feminista se ha topado con un tsunami reaccionario que recorre el mundo, en una época donde el bulo viaja en alta velocidad y la verdad sigue a lomos de la burra. Han conseguido vendernos que enfrentarse a las políticas de igualdad es ser políticamente incorrecto, mientras corren a comentar en Facebook lo de esa madre que ha matado a su hijo pero callan miserables ante las decenas de mujeres asesinadas por sus parejas, todos hombres. Qué punkis más raros, los del siglo XXI.

En el fondo, su discurso es el del miedo. Habla el pánico a perder los privilegios masculinos que tantas ventajas nos han dado a los de los cromosomas XY. Rompen el espejo, pero siguen ahí.

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