Opinión | Artículos de broma

El minuto de silencio

Como no ha hecho falta guardar un minuto de silencio por los muertos en el aparcamiento de Bonaire, en Aldaya (Valencia), voy a dar un minuto de lectura a que no los haya habido. Para mantener el tono habitual de estos días y casos debería haber escrito «como, afortunadamente, no ha hecho falta...», pero opero con la mutua presunción de humanidad, para ahorrarme una obviedad adverbial. Me preocupó ese aparcamiento de centro comercial que tenía todas las papeletas para ser un cementerio subacuático tanto como me ha aliviado que no se cumplieran los pronósticos necrológicos. Desde el principio, se habló de baja ocupación ese día en esas horas y pronto se desmintió una cifra alta de coches basada en los tickets que nunca se habían recogido porque no era de pago.

Lo que era una posibilidad luctuosa pasó a formar parte de la ficción de catástrofes, que el cine cultiva desde sus principios con terremotos y naufragios y durante los años setenta del siglo pasado dio taquillazos a Hollywood con la serie Aeropuerto, El coloso en llamas y una obra maestra titulada Tiburón. Hay inflación en todo, también en las catástrofes, cada vez más rápidas y cuantiosas en muertes y daños, pero siempre va por detrás de la ficción. En términos personales no hay que proyectar todo el miedo a las posibilidades de la realidad. Suceden cosas horrorosas, pero la suma y coincidencia de los miedos individuales supera cualquier realidad. Mejor esperar a ver que pasa. También conviene tener en cuenta que la ficción recauda mucho con la idea de la catástrofe sin necesidad de que se produzca. Ha habido gente que ha ganando dinero mintiendo con el episodio catastrófico de Bonaire que no fue porque ha fabricado bulos que se cobran según audiencia en internet o que crean audiencia en los medios convencionales. El minuto de silencio no genera un gran contenido ni paga derechos de autor por eso sobran ruido y música ambiente en general y en catástrofe.

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