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Opinión | Tribuna

Palma, una ciudad para vivirla

El espacio público tiene un papel crucial en la vida de las personas, y su importancia se incrementa notablemente para las clases más desfavorecidas. Las calles, plazas y parques no son solo áreas de tránsito o descanso, sino que se convierten en verdaderos espacios de interacción social, lugares de ocio y, en muchos casos, sustitutos de instalaciones que las viviendas no pueden ofrecer. Esto es evidente en barrios donde los espacios privados son reducidos o están deteriorados. Los niños juegan en las calles, las familias se reúnen en los parques, y la vida social del barrio ocurre, en buena parte, en esos espacios abiertos. En este sentido, cuando se busca mejorar las condiciones de vida, no basta con centrarse solo en la vivienda, también es necesario mejorar la ciudad, sus calles y sus zonas comunes.

Cuando se habla de mejorar la calidad de vida a través de la política es esencial reconocer que mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos pasa por mejorar la ciudad, por reformar el entorno urbano y garantizar que los barrios tengan espacios públicos de calidad. En este sentido, la política urbana se convierte en una herramienta de inclusión y justicia social, ya que los espacios públicos de calidad tienen el potencial de equilibrar las oportunidades de acceso a ocio, cultura y socialización.

Palma es un ejemplo relevante de cómo el desarrollo urbano puede influir directamente en la calidad de vida de los barrios. Bajo el gobierno del Partido Popular, el abandono de las inversiones en las calles y barrios, especialmente aquellos con una alta concentración de personas, cada vez es más palpable. La falta de inversión pública en infraestructuras, mantenimiento y renovación de estas áreas ha acentuado las diferencias entre barrios. En algunos barrios las calles carecen de iluminación adecuada, las aceras están deterioradas y los parques, en caso de existir, se encuentran en mal estado o son insuficientes.

Proyectos como la remodelación de la plaza San Cosme, la transformación de la calle Nuredduna, del parque de la Riera o la Sínia d’en Gil son ejemplos claros de cómo las intervenciones pueden mejorar la calidad de vida de a ciudadanía. Estas obras no sólo han transformado físicamente los espacios haciéndolos más accesibles, inclusivos y seguros también han revitalizado el tejido social de los barrios. Los vecinos han ganado espacios donde pueden encontrarse, socializar, descansar y disfrutar de su ciudad.

Estas remodelaciones y la creación de nuevos espacios públicos han tenido un impacto profundo, ya que cuando el espacio público es de calidad, no sólo se mejora el entorno físico de la ciudad, sino también la vida de las personas que lo habitan. Las inversiones en infraestructura urbana deben verse como una política social integral que entiende que la ciudad es un espacio colectivo donde todos deben tener acceso a la dignidad y el bienestar.

Cuantos menos recursos tiene una persona, más dependiente es del espacio público para acceder a oportunidades de ocio, socialización y descanso. La política urbana tiene el poder de transformar la calidad de vida de los ciudadanos, y en Palma, mientras que el abandono de las calles y barrios bajo el gobierno del PP ha acentuado las desigualdades, las remodelaciones impulsadas por los gobiernos progresistas han demostrado que una ciudad inclusiva es posible, y que los espacios públicos de calidad pueden ser una herramienta efectiva para mejorar la cohesión social y reducir la desigualdad.

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