Opinión | Periodista y presentadora de televisión
Miel, limón & vinagre | María Patiño: Vale más por lo que desdice
En una reciente entrevista en El País, le preguntaron a María Patiño por la célebre sentencia de Jaime Peñafiel, venerable apóstol de todas las comadres: «Valgo más por lo que callo que por lo que escribo». Ella respondió con sinceridad que no, que ella vale por lo que dice y no por lo que se guarda. En una vuelta de tuerca al desempeño del cotilleo profesional, la periodista nacida hace 52 años en Ferrol ganó hace un par de semanas un juicio a Antonio David Flores por saberse retractar a tiempo. «Se quedaron en lo que dije, pero no en lo que desdije», presumió en su programa Ni que fuéramos shhh al anunciar que ha sido absuelta en primera instancia del delito de injurias y calumnias de que le acusaba el ex guardia civil, exmarido de Rocío Carrasco, quien alegaba haber sido tachado de maltratador en antena. Soltar una gorda y su contraria en el mismo programa, he ahí el arte de triturar al prójimo sin salpicarse ni pagar las costas. Ni que fuéramos políticos.
Serán las tablas, pero se ha aplacado algo la hiperventilada tertuliana del corazón que se confiesa adicta al trabajo, y mira que sufrimos cuando se le hinchaba la vena del cuello al gritar y gesticular en plena revelación de los detalles íntimos de la vida del novio de Menganita, o cuando la increpaba Jesús Mariñas. Eran los tiempos de ¿Dónde vas corazón?, o La noria, o El programa de Ana Rosa, una ya se pierde en el laberinto couché. De entrevistadora dispuesta a disparar contra el famoso de turno sentado frente al paredón rosa, la periodista hija de un militar criada en Sevilla, pasó a convertirse en personaje, igual que sus compañeros y los descendientes de estos, que van heredando su derecho al minuto de gloria. Así, tan habitual como encontrarla en la tele es verla en portadas con su hijo veinteañero o su marido, el actor venezolano Ricardo Rodríguez Olivares, ajetreada de compras por Madrid, o posando como una diva en su casa de Fuerteventura. Amiga desde que ambos empezaban en la profesión de Jorge Javier Vázquez, con quien tuvo una breve relación, ha diversificado sus negocios hacia el alquiler vacacional de un par de propiedades o la venta de la ropa que luce en pantalla. Polifacética asimismo en sus intereses artísticos, ha probado el cine en algún pequeño papel y hace poco se soltó a cantar y bailar en el Festival Brava, cosechando elogios sin cuento en las redes. Acostumbrada a aventar los secretos ajenos, guarda para sí su intimidad aunque nunca se ha cortado a la hora de comentar su evidente evolución estética: «Estoy absolutamente pinchada entera», afirmó en una entrevista sobre sus retoques. «Creo que tengo el síndrome de Peter Pan», prosiguió. Mejor que el resto de la población infantil se mantenga alejada de cualquier producto audiovisual en el que participe.
María Patiño ha capitaneado hasta tierra firme a los naúfragos de Sálvame que perdieron su espacio en Telecinco tras lustros de reventar los audímetros. El canal, empeñado en dar un giro a su monocultivo de la telebasura, suprimió el veterano programa después de 14 años y luego la relevó a los mandos de Socialité. Una conmoción nacional: Jorge Javier, Patiño, Belén Esteban, Terelu Campos, Kiko Matamoros y Kiko Hernández en la cola del paro como los Full Monty. Tras participar en el docureality ¡Sálvese quien pueda! con el que Netflix les tiró un flotador, los despedidos volvieron a la carga en el programa Ni que fuéramos Sálvame, un título que hacía referencia a la famosa frase de la ex de Jesulín de Ubrique («ni que fuera yo Bin Laden») y que se vieron obligados a cambiar por Shhh para evitar una demanda por derechos de autor. Sus fieles les respaldaron de tal manera en la aventura iniciada en plataformas y multiplicada en alcance desde las redes sociales que han acabado por encontrar una isla desierta en la que desembarcar, la cadena Ten, donde ocupan las tardes haciendo lo mismo de siempre, eviscerar al prójimo como a ellos mismos. De nuevo, sus seguidores se sientan para observar como una Patiño crecida en su protagonismo despelleja a Terelu porque quiso su puesto a los mandos, o hace que Aída Nízar abandone el plató porque sus transparencias no son aptas para YouTube. O se larga ella misma para tomar el aire porque no soporta cómo se está «blanqueando» al recientemente fallecido exalcalde de Marbella Julián Muñoz. «Si brotas un poquito, no pasa nada», la animó Kiko Hernández en antena. Ni que fuéramos un público sensible.
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