Cuatro crisis diplomáticas

Este gobierno parece coleccionar crisis diplomáticas pues últimamente las ha tenido con Argelia, Argentina y Venezuela y ahora con México. No todas son culpa suya como pretenden algunos.

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El Gobierno es responsable de la crisis con Argelia porque cambió de repente, sin anestesia y sin acordarlo con nadie, nuestra postura sobre el Sáhara Occidental para apoyar el Plan de Autonomía de Marruecos, dejado a los polisarios a la intemperie y haciendo caso omiso de su propio programa electoral que propugnaba un referéndum d e autodeterminación. Argelia se enfadó muchísimo, nos llamó traidores, retiró a su embajador, cerró a medias el grifo del gas y cortó el comercio con España. Nadie nos ha explicado hasta hoy lo que hemos ganado al provocar esta crisis pues ni siquiera se ha cumplido la promesa de Albares de reapertura de la aduana de Melilla.

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El Gobierno también es responsable de la crisis con Argentina. Milei podrá ser un impresentable pero es la persona elegida por los argentinos como presidente y como tal merece un respeto que Moncloa le negó desde el primer momento y que el ministro Puente con aires de mamporrero agravó al insinuar que «consumía sustancias». Retirar a nuestra embajadora fue un error diplomático de principiantes por parte del ministro Albares porque ahora para nombrar otro embajador necesitamos el permiso de Milei y eso implica entregarle el control de la duración de la crisis.

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En cambio el Gobierno no tiene la culpa de la crisis con Venezuela, que es obra de Nicolás Maduro tras dar un pucherazo propio del dictador que es. Y tengo dudas sobre reconocer a Edmundo González como presidente electo porque ya se hizo con Juan Guaidó y no funcionó, pero tampoco acepto que se haya permitido que se le amenace dentro de nuestra embajada para hacerle reconocer la victoria de Maduro. Las explicaciones del ministro Albares no son satisfactorias y esperamos más aunque la transparencia y la rendición de cuentas no sean precisamente el fuerte de este gobierno. Rodríguez Zapatero ha reconocido haber mediado en este desaguisado y no me extraña nada. Una vergüenza, porque lo que en definitiva hemos hecho es ayudar a Nicolás Maduro a sacar del país al líder de la oposición, al candidato que ha ganado las elecciones, y al hacerlo le hemos quitado un rival y hemos dejado sola ante el peligro a Corina Machado. Tampoco me parece muy garbosa la actitud de Edmundo González, que no debe tener madera de héroe. En esta crisis la culpa es de Maduro aunque la haya agravado la torpeza de nuestro gobierno.

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La reciente crisis con México no es culpa nuestra sino de la presidente electa Claudia Sheinbaum que ha decidido no invitar a SM el rey Felipe VI a su toma de posesión porque el monarca no contestó a la carta que le dirigió López Obrador exigiéndole que presentara excusas por la conquista de Hernán Cortés. Al margen de que no se puede juzgar el pasado con criterios y moralidad del presente, Cortés se encontró con un pueblo -Azteca- que vivía en la Edad de Piedra (no conocía ni la rueda ni el bronce) y que tenía subyugados a sus vecinos. Los 500 hombres de Cortés nunca hubiera vencido al Imperio azteca sin la ayuda de tlalcaxtecas, totonacas, mixtecas y otros muchos pueblos que convirtieron la Conquista en una auténtica guerra de liberación indígena contra un régimen despótico que les tenía sometidos y les exigía tributos y sacrificios humanos en cantidades industriales. Por otra parte, los mexicanos llevan doscientos años de vida independiente y han tenido tiempo sobrado para mejorar la suerte de sus clases más desfavorecidas en lugar de echar la culpa a unos conquistadores que les metieron en la modernidad y que en todo caso son los abuelos de los mexicanos actuales y no los míos, que nunca fueron por aquellas tierras. El Gobierno ha actuado en este caso con firmeza y dignidad: si no se invita a don Felipe VI, que es la máxima autoridad institucional del Estado, no va nadie a la toma de posesión de la señora Sheinbaum. Y que les vaya bonito, como allí dicen, y que se ocupen de resolver sus problemas, que son muchos, sin recurrir a echar la culpa a los demás. El viaje a México de algunos socios y aliados del gobierno solo les retrata una vez más. ¡Vaya tropa!