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Un atentado islamista en Alemania

La cautela de no formular hipótesis hasta que decae el interés público no afecta a otros asesinatos, ni a los análisis electorales o climáticos, y obliga a la prensa a ser la última en enterarse

El titular del semanario progresista Der Spiegel anunciaba que «El fiscal general alemán califica al terror islamista de principal amenaza para el país». El contenido era numéricamente convincente. «En su memoria anual, Jens Rommel identificó al terrorismo motivado por el islamismo como una de las principales amenazas para Alemania. De las más de 700 investigaciones iniciadas el año pasado en el área de terrorismo y seguridad nacional, casi 500 corresponden al terrorismo islamista».

Bajo esta realidad, el apuñalamiento masivo a los cuellos de tres víctimas mortales y ocho malheridas, acontecido el 23 de agosto en la fiesta de aniversario de la ciudad alemana de Solingen, conducía probabilísticamente a una autoría islamista. En especial, porque la matanza fue etiquetada de atentado terrorista, y dado que las policías se dirigieron al centro de refugiados sirios en busca de los responsables.

Por supuesto, los periodistas que apuntaban siquiera de modo indirecto a la responsabilidad después confirmada del Estado Islámico, fueron excomulgados y no solo reprobados. Faltó poco para considerarlos más criminales que el propio asesino, a quien curiosamente se le calificaba de «hombre» pese a desconocerse su identidad. Por lo visto, la probabilidad superior al 95 por ciento de una autoría masculina sí que puede aplicarse de antemano. Los enviados especiales sobre el terreno remarcaban que los vecinos de Solingen mostraban una notable agitación, porque sospechaban las motivaciones del crimen, cometido finalmente y también desde el principio por un ciudadano sirio que debía haber sido expulsado del país.

El paréntesis ritual en la atribución del asesinato múltiple sería discutible si su único objetivo fuera evitar la criminalización de determinados colectivos. En realidad, el silencio culpable pretende amortiguar el efecto social de un atentado islamista, que solo recibirá esta calificación cuando los spin doctors consideran que la opinión pública se ha adormecido de nuevo. La actitud de los gobernantes es proteccionista, y no precisamente en defensa de las posibles víctimas.

De ahí la vergonzosa rueda de prensa ofrecida por la policía y fiscalía alemanas en Solingen, al día siguiente de los apuñalamientos, reprendiendo a los periodistas como si fueran culpables por atreverse a preguntar. Y de ahí la sorpresa cuando el canciller Olaf Scholz arremete contra los «islamistas» con una furia sin precedentes tras confirmarse la autoría prevista, y no solo porque su partido socialdemócrata ni siquiera tiene garantizado el porcentaje mínimo de acceso a los parlamentos regionales en liza. Los gobernantes únicamente llaman a las cosas por su nombre cuando asumen que no pueden engañar a todo el mundo todo el tiempo.

Nadie ha sido condenado por los asesinatos de Solingen, por lo que los índices hoy acusatorios están violando sus propias reglas. En puridad, solo el veredicto definitivo del Tribunal Supremo autorizaría a identificar los motivos de un atentado desde la prensa. Salvo que se trate de la matanza islamista del 11M, donde una poderosa corriente de ultraderecha insiste en ETA más allá de la sentencia. Y donde la identificación religiosa fue forzada por el clamor popular en 2004, frente a la indiferencia de políticos y de periodistas que se tragaron la versión oficial de Aznar.

De ahí la importancia alertadora y protectora del desgraciadamente repetido «posible caso de violencia de género», cuando una mujer aparece muerta en España. Dada la desgraciada cadencia de una asesinada semanal por su pareja, la asignación probabilística demuestra respecto al lector. Sobre todo, es una alarma bienvenida por el colectivo a proteger, al igual que sucedía en Solingen al día siguiente del atentado. Simétricamente, avergüenzan las matizaciones en prensa cuando el autor del doble asesinato es un condecorado mando policial.

Rebajando la tensión, la cautela de obviar cualquier hipótesis hasta que decaiga el interés público sobre un acontecimiento no afecta a los análisis políticos o climáticos. Se concede un crédito total a la predicción ecologista de que en treinta años desaparecerá una playa. En una aportación personal sobre arenales en extinción, publiqué la desaparición inminente de uno de los futuros litorales afectados en... 1990. Tampoco el famoso «Pedro Sánchez perderá las elecciones» se somete a cautelas, cuando responde a un sondeo numérico tan válido como un billete de lotería.

El enunciado «El Madrid es favorito en su duelo ante el Ujpest Dozsa» rezumaría también un imperialismo atosigante. Por lo menos, hasta que se reconozca que el periodismo se escribe al galope entre unos sucesos nebulosos y un futuro ignoto. La actualidad es una inmensa predicción, que debe ser articulada salvo que se aspire a que la prensa sea la última en enterarse.

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