Opinión
Elegantes desvergonzados
Es manifiesto que grandes plataformas digitales, a la vez que prestan innegables servicios a los usuarios, son una intrincada selva que sirve de guarida a una cada vez más extendida ciberdelincuencia que se ceba en los sectores sociales más indefensos. Es también patente la opacidad y falta de colaboración de los sistemas de gestión de las plataformas a la hora de facilitar la persecución de esos delitos (con frecuencia en manos de mafias internacionales), lo que hace que en una mayoría de casos se pierda la pista y sea ilusoria la reparación de las víctimas. Que los Estados tomen medidas drásticas frente a esta situación a fin de combatir la impunidad no es un derecho, es un deber apremiante, pues si el Estado no protege a los débiles nadie lo hará. Pero que los altos responsables de las plataformas esgriman, para impedirlo, la libertad de expresión, es ya una escandalosa desvergüenza.
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