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Cómo escribir un artículo sobre turismo

La actualidad obliga a pronunciarse sobre la ganadería humana intensiva, una modalidad inédita en cuanto alejada de Puigdemont, Sánchez, Feijóo o incluso Alvise

Turistas en Palma.

Turistas en Palma. / EFE

El columnismo español no tenía prevista la inclusión del turismo entre los asuntos de obligado cumplimiento, y se nota. La actualidad obliga a pronunciarse sobre la ganadería humana intensiva, una modalidad inédita en cuanto alejada de los clásicos Puigdemont, Sánchez, Feijóo o incluso Alvise. Los expertos improvisados en lides turísticas ponen empeño, pero acaban resollando como atletas pundonorosos a las puertas de una medalla. Hay que perderle el respeto al morlaco. Los miles de artículos vomitados este verano sobre la industria sin chimeneas comparten cualidades encomiables. Son absolutamente intercambiables, inertes e inofensivos. Hay que debatir cómo aproximarse al género viajero sin perder el avión en el intento. Diez sencillas reglas colocarán la asignatura al alcance de todos los teclados:

1. Anunciar que la cosa está muy mal. El catastrofismo da buen tono, porque enlaza con la corriente dominante y subterránea de la opinión pública masificada. Además, de alguna manera habrá que justificar haberse metido en este berenjenal soporífero. De turismo solo hablaban los académicos forzados a la asignatura, para escalar discursivamente en su carrera profesional. Hoy basta matricularse sin billete en el AVE de Madrid a Barcelona para doctorarse en la asignatura.

2. Volver sobre los pasos para exagerar la impagable aportación del turismo al PIB. No hay contradicción con el punto anterior, además de que a nadie le importaría que la hubiera. La conclusión fundamental de un artículo sobre turismo consiste en no alcanzar ninguna, de ahí que cada párrafo deba desmentir al anterior. Nadie sabe la contribución del turismo a la riqueza, lo cual permite graduar el porcentaje según la tesis a defender. Menos de un diez por ciento del PIB si va a exigir la expulsión de todos los turistas, entre el diez y el veinte si es usted el último centrista, y por encima del veinte por ciento si a continuación piensa proponer que se dispare a sangre fría contra los turismófobos.

3. Cuidar el vocabulario sin obviar ni un tópico inane. Planificar, sostenible, circular, respetuoso, integrador, inclusivo, interseccional, responsable, empático, experiencia, colaborativo, interacción, transversal. Si se omite uno solo de estos términos, el guiso turístico será impracticable, y las tinieblas se abatirán sobre el país de los cien millones de invasores anuales de pago.

4. Asegurar sin pedir perdón que «el alquiler turístico ha pagado muchas carrreras». Vamos entrando en harina, este sofisma indemostrable debe anotarse en un momento de descuido del lector para galvanizarlo, sin detallar a continuación que también la corrupción política, el narcotráfico, el crimen organizado y las numerosas variantes de la prostitución han sufragado licenciaturas o incluso doctorados. Y cátedras, ya lanzados.

5. Adjuntar que, de todas formas, el cambio climático empujará a las hordas a veranear en Laponia. En apariencia un punto trivial, casi de transición, nuclea en realidad la esencia del artículo perfecto. Para que el lector siga disculpando al autor, se debe enfatizar el carácter pasajero de la plaga. Se alcanza así la solución del turismo por disolución, la concreción (de concrete, cemento) de la eternidad de la barbarie de importación por negación de su vigencia inmediata. Ya queda poco, la gran coartada. La saturación vigente no tiene futuro, solo un presente infinito.

6. Recordar que todos somos turistas. Esta evidencia patafísica reforzará la confraternización y el carácter religioso del ecumenismo turístico. No hay que permitirle ni una salida al lector resabiado. Para remachar, es necesario glosar que los destinos vacacionales no deben ser exclusivos para ricos. Todos deben acceder a la secta, del mismo modo que no hay Porsches solo para ricos, ni caviar solo para ricos, y que cualquiera puede veranear en la isla caribeña de St.Barts (dos mil euros noche).

7. Contar una anécdota amable vivida con un turista. Enternecedor y de una eficacia infinita, se refuerza enriqueciendo el encuentro con el vikingo mediante una de esas confusiones idiomáticas heredadas del landismo. Todo vale para reforzar el mito del turista bueno, «mi mejor amigo es extranjero».

8. Omitir que el problema de la vivienda es ajeno. Hay que escribir desde el dramatismo fingido de quien acaba de sufrir un desahucio. La credibilidad rodaría por los suelos, si el lector descubriera que el autor se manifiesta con dos casas en propiedad.

9. Evocar a la figura materna. Nadie mantiene el escepticismo ante el relato de un veraneo infantil con lágrimas de naftalina.

10. Dejar las cosas como están, sobre todo. El autor concluye por la espalda que morir de turismo es preferible a morir contra el turismo. El artículo acaba como si no hubiera empezado, cumpliendo así el objetivo inicial.

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