Opinión
Los misiles de Washington dividen a los alemanes
La decisión que adoptaron al unísono en Washington el presidente de EE UU, Joe Biden, y el canciller federal, Olaf Scholz, de instalar en suelo alemán misiles estadounidenses divide al país y a los partidos.
Scholz tomó esa decisión como fidelísimo aliado de Washington sin contar con el Bundestag (Parlamento) ni por supuesto con los ciudadanos, que al parecer nada tienen que decir cuando de cosas de la OTAN se trata.
Porque la consigna es defender militarmente a Ucrania frente al «imperialismo» de Vladímir Putin y, como afirmó con desparpajo la eco-atlantista ministra alemana de Exteriores, Annalena Baerbock, «da igual lo que piensen mis votantes».
Pero los votantes, pese a estar a sometidos a la constante propaganda antirrusa de los medios, están divididos: en los laender de la parte oeste del país, es decir de la antigua Alemania capitalista, al 50 por ciento.
Sin embargo, en los llamados nuevos laender, es decir los de la desaparecida Alemania comunista, aliada militar durante toda la Guerra Fría de la Unión Soviética, hasta un 74 por ciento de los ciudadanos se oponen al proyectado rearme frente a Rusia.
Lo más grave para el Partido Socialdemócrata es que en tres de esos laender, los de Sajonia, Turingia y Brandemburgo, se celebran este año elecciones, y el SPD puede verse fácilmente allí superado por la ultraderechista Alternativa para Alemania, partidaria de negociar con Moscú en defensa de los intereses alemanes y no los de EE UU.
Otro partido en rápido auge sobre todo en esa parte del país es la recientemente creada Alianza Sahra Wagner, escisión de Die Linke (La Izquierda) que aboga también por la diplomacia y se opone radicalmente a la instalación de los nuevos misiles de EE UU.
Sahra Wagner, con el que cristianodemócratas o socialdemócratas e incluso Die Linke (La Izquierda) pueden tener que aliarse en los laender donde gobiernan para cerrarle el paso a la ultraderecha, ha puesto como condición el rechazo de esos partidos al proyectado rearme.
Nada de eso parece haber hecho mella en la dirección del Partido Socialdemócrata, que esta semana apoyó la decisión del canciller Scholz, porque «la guerra de agresión de Rusia ha trastornado el orden de seguridad europeo».
Sin embargo, algunos de sus veteranos como el jefe del grupo parlamentario, Rolf Mützenich, el responsable de política exterior, Ralf Stegner, o su expresidente Norbert Walter-Borjans se han permitido criticar en público que no se haya consultado hasta ahora al Parlamento una decisión de tamaña trascendencia.
Sucede que el otrora pujante movimiento pacifista, que organizó a comienzos de los años ochenta masivas manifestaciones contra el rearme de la OTAN frente a la Unión Soviética, parece hoy apagado.
Entonces formaban parte del mismo las Iglesias y sobre todo los Verdes, estos últimos transformados desde la guerra contra la Yugoslavia de Slobodan Milosevic en los más beligerantes atlantistas. Tendrán que arrostrar las consecuencias.
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